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lunes, abril 29, 2024

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Un día en la vida de… Mario Vilau

ESPECIAL NAVIDAD| Mario Vilau, novillero sin caballos de la Escuela Taurina de Cataluña, ha ganado el Premio de Investigación sobre Estudios Taurinos de 2023, que organiza la Federació d’Entitats Taurines de Catalunya, la Agrupación Española de Ganaderos de Reses Bravas y la Fundación del Toro de Lidia.

De su buen trabajo (extendido en 54 páginas), titulado VIDA D’UNA PERSONA TAURINA A CATALUNYA escrito en catalán, extraemos, traducidos al castellano, los pasajes más personales que hablan de su enorme afición al toro desde muy pequeño y de su relación con sus padres y su entorno en Barcelona.

Mi infancia y el toro

Mi afición viene desde muy pequeño, de hecho antes de que naciera ya hay una pequeña anécdota: el agosto anterior a mi nacimiento, mi madre, estando embarazada, estuvo en un pueblo para ver un toro embolat. Se metió dentro de la barrera de una casa, y, cuando estaba a punto de llegar el toro, mi madre en ese momento se disponía a salir de la casa y a causa de la barriga de embarazada no podía, y al intentarlo, de golpe apareció el toro, frente a frente con mi madre, unos segundos. Y ella cree que este momento fue el inicio de esta bendita locura, un hecho que la marcó, y a causa del miedo que tuvo al tener a semejante animal delante le hace creer que me afectó hasta a mí.

Desde que escuché esta anécdota, cuando ya era algo más grande, me di cuenta de que todo esto es más que una simple afición, es una forma de vida donde todo gira en torno al toro bravo.

De los primeros años de mi vida, como es de esperar, no tengo muchos recuerdos, pero todo empieza en mi tercer cumpleaños. El único recuerdo que tengo es de una foto, en la cual aparece el pastel de cumpleaños y en él estaba la foto de un toro. Un pastel con un toro castaño imposible de olvidar, el cual daba principio a un precioso camino de recuerdos y vivencias únicas.

La pequeña chispa que encendió la llama fue causada por un pequeño pueblo de Castellón denominado Cortes de Arenoso, un lugar donde desde de que empezó mi afición por los toros he vivido los mejores momentos de mi vida y he conocido a personas increíbles.

Desde que nací, año tras año, la segunda y tercera semana de agosto iba a este lugar en el que, en honor a la Virgen de Àngels, se celebraban las fiestas patronales, en las que, además de organizar acontecimientos musicales y deportivos, se realizan los actos tradicionales los cuales entran los toros.

Solían ser el primer viernes por la noche uno o dos toros embolats; el día siguiente era el día de la Peña Taurina, en la cual desde pequeño he sido uno más de ellos aunque soy catalán, este día se hacían becerras por la mañana, las cuales para los más pequeños nos hacía especial ilusión, puesto que era la parte más divertida y hacía que nuestra afición creciera exponencialmente.  Por la tarde, se empezaba con una suelta de vacas y después la desencajonada del toro de la peña, la cual siempre ha sido de ganaderías importantes, lo que me hace especial ilusión porque alguna de las ganaderías que fueron, al día de hoy he tenido la oportunidad de torearlas.

Yo, personalmente, lo vivía de la manera más intensa posible, desde muy pronto, como no podía dormir mucha por culpa de los nervios, quedaba con los amigos en la plaza, que era el lugar donde me pasaba el día jugando al toro, esperando a que llegara la hora que salieran los de verdad.

Todos estos días se me hacían especiales año tras año, era la única oportunidad que tenía de ver toros a lo largo del año y se me pasaban volando. La noche antes de subir al pueblo, me era imposible dormir, pensar que el día siguiente estaría con personas que solo veo una vez en el año, con las cuales podía hablar de mi afición, de toros, lo cual en Barcelona no podía.

Quitando estas dos semanas, tenía que soportar esta abstinencia de no ver toros de alguna manera, los niños normales tienen juguetes de personajes de dibujos animados, coches, juegos de mesa normales, pero yo no, como se puede imaginar tenía juguetes de toros.

Estos juguetes para mí eran imprescindibles y cuanto más realistas sean mejor, cada vez que quería algo, me tenía que esperar que llegara  mi cumpleaños y Navidad, puesto que eran las fechas en las que mis padres me hacían regalos y podía pedirlos.

Cuando acababa el colegio estaba deseando llegar a casa para el comedor, montar mi plaza de toros para poder continuar soñando el mundo que no podía vivir.

Aparte, fuera de casa también mostraba mi afición desde que era un niño, no me importaba ser el raro que le gustaban los toros, jugaba a los toros con mis amigos de clase, y aunque a ellos no les gustara este mundo, se lo pasaban en grande.

Todos los trabajos que me pedían del colegio, siempre que podía lo hacía de toros y sobre todo lo hacía para enseñar a mis compañeros el que de verdad significaba este mundo.

El crecimiento de mi afición: la escuela taurina

Con el paso del tiempo la afición no acababa de aumentar de manera exponencial hasta que un día descubrí algunos canales regionales que transmitían novilladas y corridas de toros en directo, canales como Canal Sur Andalucía o Castilla-La Mancha Televisión, los cuales la mayoría de fines de semana emitían estos espectáculos en abierto para todas estas personas que los quisieran ver.

Había certamen en particular en Canal Sur que me llamaba especialmente la atención porque trata de jóvenes intentando llegar a ser figuras del toreo mediante una especie de «torneo» en el cual se iban celebrando novilladas y los novilleros con mayor puntuación iban pasando de ronda hasta llegar a la final en la cual solo podía ganar uno.

Con este certamen, descubrí la existencia de las escuelas taurinas y me puse a investigar si había la casualidad que hubiera una escuela en Barcelona, cosa que me parecía imposible, puesto que sin la presencia de corridas de toros era extraño que hubiera un lugar que te enseñaran a torear, para mi sorpresa, descubrí la presencia de la Escuela Taurina de Cataluña, la cual, se encontraba a escasas cinco calles de mi casa, en el campo municipal del Gornal.

Decidí proponérselo a mis padres, pero ellos no aceptaron, sinceramente, no sé todavía el motivo, pero me quedé con las ganas de probar, así que decidí dejar pasar el tiempo, pero llegó la pandemia, situación la cual me causó muchas dudas, puesto que se paralizaron toda clase de espectáculos taurinos y dentro de mí había el miedo de que no volvieran, pero por suerte no fue así.

Cuando ya se calmó todo el tema de la pandemia, me volvió a entrar la curiosidad por entrar en la escuela taurina, así que puse un poco entre la espada y la pared a mis padres explicándolos que o me acompañaban en la escuela o iría yo solo a probar. Al ver mi seguridad, aceptaron la propuesta y un lunes 2 de febrero de 2021 fue la primera vez que llegué a la escuela. Fue muy emocionante conocer por primera vez a personas de Cataluña que a las que gusta este mundo y que además me ayudaran a meterme adentro de él.

Mi primera becerra

Me recibieron con los brazos abiertos y me ayudaron a dar mis primeros pasos dentro de este mundo, en la primera semana que entré, ese mismo domingo tuve la oportunidad de ponerme ante mi primera becerra. Un día que lo viví con mucha ilusión, pero con mucho miedo por dentro, esta noche, no pegue prácticamente ojo a causa de los nervios y el viaje hasta Zaragoza se me hizo eterno.

Al llegar a la plaza, me hizo especial ilusión verla en persona, puesto que no era la primera vez que la veía, de pequeño, ya conocía esta ganadería y era cumplir mi mayor sueño.

La mañana por causas meteorológicas no fue la mejor, por un momento no iba a torear, pero surgió la ocasión en el penúltimo novillo de la mañana, salió delante de mí otro chaval que también era la primera vez que se ponía ante un animal y el siguiente fui yo, al pisar la arena, la sangre se me congeló y me quedé pálido como la nieve, era una sensación única de pánico e ilusión a la vez.

Para ser la primera vez me sorprendí a mí mismo, vi que era capaz de estarme quieto y era una cosa que me significó mucho para mí, vi que era capaz y esto me hizo ilusionar muchísimo más.

El primer año fue un año para descubrir el que de verdad significaba el mundo de los toros, tuve la oportunidad de torear en diferentes ocasiones a las zonas de Zaragoza, Tarragona y Castellón. Lo sentí como un año de introducción, puesto que todavía yo seguía jugando a fútbol y no entrenaba cada día, solo martes y jueves.

A finales del 2021, en una de las jornadas taurinas que organizó la escuela con el maestro Lucio Sandín, tuve la oportunidad de ponerme ante el primer animal que no era una becerra y fue un paso muy importante para mí, puesto que me hizo ver que era capaz de hacer el esfuerzo y a la vez poder disfrutar como nunca.

Gracias en este día, me pudo salir la oportunidad en el mes siguiente de poder matar mi primer novillo un 16 de enero a la finca “Valtaja” en Guadalajara.

A partir de este día, ya decidí que me quería dedicar al 100% a la tauromaquia y llegó el momento de dejar el fútbol, cosa que fue difícil de llevar a causa de que mi padre no quería que lo dejara y porque personalmente estimo mucho a mi abuelo y él era un apasionado del fútbol y me hacía daba que dejara de disfrutar viendo a su nieto jugar.

Mis padres

Pero cuando llegó el momento, todo fue sobre ruedas, mi padre siempre que toreaba me llevaba arriba y abajo y otra cosa que me hacía feliz, era ver a mi abuelo orgulloso de que su nieto hiciera el que le gusta y siempre que podía me acompañaba.

La vida de los padres de un torero no es nada sencilla, hay muchas dudas, contradicciones e inseguridades y más siendo personas que no conocen este mundo y no tienen ningún antecedente.

Ellos, desde el principio, han intentado darme todo el apoyo posible, como se puede ver, a lo largo del tiempo han ido conociendo más la fiesta, los valores que aporta como la palabra y el sacrificio, personas que han ido conociendo, tanto buenas como malas.

Por último, remarcar la palabra «orgullo» para ellos es muy importante porque están viendo que su hijo está llegando a lugares que nunca se habían imaginado, con mucho esfuerzo, trabajo y sobre todo constancia que ellos son capaces de percibir y hace que se sientan orgullosos de ver que su hijo llega a los objetivos.

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