La obra que edita Ediciones Athenaica recoge un análisis profundo sobre el alcance de la creación artística
La creación artística siempre ha tenido una vertiente transgresora, profanadora, desafiante de los límites de la moral y de las convenciones estéticas propias de cada momento histórico. Por eso, los artistas siempre han sido percibidos como individuos de vida y costumbres no muy recomendables, aunque los poderosos, en general, han soslayado comportamientos que no hubieran aceptado a ningún otro para quedar retratados por su arte, pasar en letra impresa a la posteridad o complacerse en la belleza de sus creaciones.
En nuestros días, sin embargo, se produce una situación paradójica. Por un lado, la ruptura de múltiples tabúes que históricamente han sido (religiosos, sexuales, relativos a los modelos de familia…) ha convertido en inocuas o poco ofensivas manifestaciones artísticas que escandalizaban hace muy pocos años. Pero, a la vez, han surgido puritanismos de nuevo cuño que reivindican el derecho a que ciertas minorías o formas de pensar no sean ofendidas ni cuestionadas; y esto abarca desde determinados grupos raciales o de diversas orientaciones sexuales hasta el discurso feminista o relativo al medioambiente o los animales. Nuevos puritanismos que, paradójicamente (o no tanto), comparten la exigencia de no ser ofendidos ni puestos en cuestión con las posiciones más conservadoras de grupos religiosos (sobre todo islámicos, pero también algunos cristianos) o de defensores de la patria, sus símbolos o sus instituciones que insisten en criminalizar cualquier acercamiento crítico, humorístico o soez a los mismos.
La creación artística y sus límites se ven sometidos, entonces, a reglas difusas e imprevisibles que van más allá de las limitaciones legales tradicionales y que pueden desembocar de forma sorprendente en causas judiciales contra creaciones satíricas, blasfemas o irreverentes (algo que se consideraba superado en estos tiempos en las democracias occidentales) o en la cancelación pública de la obra sin juicio previo y sin posibilidad de respuesta alguna por parte del creador si los grupos presuntamente ofendidos tienen la capacidad de generar revueltas y protestas masivas en redes sociales, universidades o medios de comunicación.
«La obra «La libertad del artista. Censura, límites y cancelaciones» es imprescindible»
Además, la ruptura de los géneros tradicionales de expresión artística (con la aparición de nuevos formatos literarios o audiovisuales donde se diluye la frontera entre lo que puede considerarse real o ficticio) y la propagación inmediata y masiva de la creación (o su crítica) a través de los medios digitales generan retos antes no imaginados para el artista y quienes pretendan la censura de su obra.
Frente a esta situación, la reflexión ha sido en general poco rigurosa. Basada más en impresiones subjetivas o apreciaciones coyunturales que en un estudio sistemático de la nueva realidad y sus implicaciones en el proceso de creación y en la convivencia. Esto es lo que hace del libro de Víctor J. Vázquez publicado en Athenatica (“La libertad del artista. Censuras, límites y cancelaciones”) una obra imprescindible.
Víctor J. Vázquez es profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla. Aficionado taurino, dirige la Revista de Estudios Taurinos, sin duda alguna la publicación con estudios más rigurosos sobre la tauromaquia, que aborda desde las más diversas perspectivas (antropología, ética, derecho, literatura, música, sociología, historia, filosofía, arte,…). Es también colaborador habitual de Diario de Sevilla.
El acercamiento que realiza Víctor J. Vázquez a esta cuestión es un acercamiento jurídico. Rigurosamente jurídico. Pero no sólo jurídico. Parte del propio hecho de la creación y de un conocimiento extenso de la historia del arte y de los movimientos sociales, que convierte en sustento fáctico de sus reflexiones presentando antecedentes y ejemplos sumamente ilustrativos.
«El debate sobre la tauromaquia se sitúa dentro del ámbito de la libertad artística»
En el libro se plantean cuestiones tan diversas como el derecho a la irreverencia; el delito que trata de convertirse en obra de arte; las implicaciones jurídicas de que no esté claro el pacto de ficción del autor con el receptor de la creación; hasta qué punto, con qué límites e irreversibilidad el cuerpo humano puede ser el soporte de una obra de arte; la divulgación de la obra del artista abusador; el artista y lo sagrado (cómo ha evolucionado el tratamiento jurídico relativo a la blasfemia y a la ofensa a los sentimientos religiosos); la obscenidad en el arte; o las diversas actuaciones del Estado que, sin constituir una censura abierta, afectan al proceso de creación artística y cuáles son los aspectos jurídicos que inciden en los mismos (los criterios de promoción del arte, el arte en el foro público o el propio discurso artístico del Estado).
Dedica también un apartado específico a las limitaciones que supone el uso de animales en la creación artística y desarrolla de forma específica la particularidad que supone la tauromaquia. Huye, como exige el rigor jurídico, de la expresión “derecho de los animales”, pero reconoce cómo la evolución social exige cada vez un trato más respetuoso a los animales, diferenciando, eso sí, las características de cada uno de ellos. En relación con la tauromaquia, efectúa alguna crítica técnica a alguna de las sentencias del Tribunal Constitucional que protegen en España la tauromaquia (en concreto, la idea de “garantía institucional”).
Sin embargo, insiste en dos aspectos que se han abordado escasamente en la literatura jurídica en relación con la tauromaquia: por un lado, cómo ésta constituye una proyección de la personalidad artística del torero y cómo “prohibir el arte de torear afecta, en definitiva, a la libertad artística”; y, por otro, cómo la tauromaquia supone una cultura dentro de la cual se soporta una concreta vida artística que es la del torero y, por tanto, la prohibición de la tauromaquia supondría restringir “en términos orteguianos, el lugar donde él está, donde él es”.
«La libertad artística tiene un alcance mayor que la libertad de expresión»
El debate sobre la tauromaquia se sitúa, pues, dentro del ámbito de la libertad artística, de la libertad de creación. Una libertad que es distinta de la libertad de expresión, como el autor se ocupa de precisar en las primeras páginas de su trabajo. Porque ésta resulta amparada en la medida en que contribuye al debate social dentro de una sociedad democrática. Pero la libertad artística tiene un alcance aún mayor porque, contribuya o no a este debate, es una expresión de la personalidad del artista. Y, por tanto, su limitación supone limitar el “yo” del creador, algo para lo que debe existir una razón muy cualificada en una sociedad democrática.
Como queda dicho, el libro tiene un enfoque jurídico, pero no es un libro escrito sólo ni fundamentalmente para juristas. Es un libro dirigido y que puede ser leído con disfrute por cualquiera interesado en la creación artística, en sus límites, en la cultura de la cancelación, la censura,… En definitiva, en cómo se están creando (o reviviendo) ciertos límites a la creación que hasta hace muy poco eran inimaginables en nuestras sociedades democráticas y cuál es la razón de que esto ocurra.
Y ésta es quizá una de las principales virtudes del libro. Situar cada uno de los límites a la creación en su contexto histórico y jurídico, para lo cual, de forma casi imperceptible, Víctor J. Vázquez preña el libro de variadas muestras de su erudición con múltiples ejemplos de creación artística, de censura y de respuestas jurisprudenciales que han dado los tribunales norteamericanos, franceses, italianos, españoles, británicos,… o el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. De este modo, puede comprenderse con mucha más precisión cómo surge el debate y las repercusiones que tiene (o que tendría) atender a cada flanco desde el que se trata de limitar la libertad.
En un momento donde en la mayoría de las discusiones sobre la cultura de la cancelación, sobre si se puede o no efectuar una crítica a los sentimientos religiosos, sobre la retirada de obras en las que se da cuenta de delitos o de ofensas sucedidas hace tiempo o la condena al ostracismo de sus autores, sobre la tauromaquia… se realiza de modo sentimental o desde reflexiones muy simples y escasamente documentadas, este libro es una referencia fundamental para enmarcar todo ello de modo sistemático en un debate riguroso sobre la libertad de creación artística, sus límites y los riesgos de que estos límites sean cada vez mayores.
Su lectura, por tanto, se hace imprescindible. Como siempre lo es la reivindicación y defensa de la libertad frente a quienes quieren limitarla.
Lorenzo Clemente es el presidente de la comisión jurídica de la Fundación Toro de Lidia.