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domingo, abril 28, 2024

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Un día en la vida de: Guillermo García Pulido

El novillero cuenta al Instituto Juan Belmonte su rutina como joven lidiador

Me llamo Guillermo, para los amigos Guille, y algunos me dicen Willy. Soy de un pueblo muy pequeño de Toledo, Castillo de Bayuela, donde nací el día 20 de septiembre de 2001, aunque he vivido siempre en otro cercano, Real de San Vicente. La fiebre del toro corre por mis venas, y en los carteles de novilladas con picadores me anuncian con mis dos apellidos: García Pulido.

La verdad es que en mi familia y en mi entorno siempre ha habido mucha afición. Tenemos un grupo de whatsapp con todos los que han toreado en las capeas del pueblo, que son mayores que yo y que desde que eran jóvenes salían a torear en las capeas de los mozos.  Pero el único antecedente profesional que tengo es mi primo, Sergio Pulido, que fue novillero con picadores.

En mi zona, y en especial en mi pueblo, Castillo de Bayuela, se vive la tauromaquia muy de cerca. La etapa más esperada del año es cuando se va acabando el verano, y empiezan las fiestas de los pueblos. Desde que tengo uso de razón, recuerdo ir a los encierros de los pueblos de alrededor, así como a las novilladas, festivales y capeas que se hacían. Recuerdo especialmente que, en las novilladas, cuando mataban al toro, bajaba con todos mis amigos al ruedo, cogíamos las banderillas y enredábamos entre los toreros.

De pequeño siempre decía que quería ser torero, pero me pesaba más la idea de ser futbolista. Con 12 años decido ponerme delante de una becerra por primera vez en mi vida, sin tener ni la más mínima idea de coger un capote. Sentí cosas tan extrañas y gratificantes que decidí empezar a entrenar con mi primo, para que me enseñase a torear. A los 13 años, cuando ya me ha entrado el veneno de una manera que no puede salir, decido dejar de jugar al fútbol y me apunto a la escuela taurina de Madrid.

«De la escuela taurina me llevo grandes amigos»

Me apunto a la escuela, pero sigo viviendo en mi pueblo y estudiando en el instituto,  en Talavera de la Reina. Yo salía de clase a las 14:30 de la tarde, mi madre me recogía, me daba un bocadillo y me llevaba al autobús, que salía a las 15:00 dirección Madrid. A las 17 horas ya estaba entrenando en El Batán. Cuando la escuela terminaba, a veces cogía un autobús de vuelta por la noche, y a veces dormía en Madrid, en el piso donde vivía mi única hermana, que es profesora, y por la mañana cogía el primer autobús que salía dirección Talavera para llegar a clase. Tuve que hacer muchos sacrificios, como todo el mundo, pero yo creo que todos esos esfuerzos que hacía diariamente reforzaron mi mentalidad, y me hicieron estar más convencido de dónde quería llegar en este mundo.

En la escuela el nivel de exigencia era muy alto, pero no es extraño puesto que mis maestros fueron Joselito, Jose Luis Bote, El Fundi y Rafael de Julia.  Recuerdo sobre todo lo bien que toreaban los más aventajados, como Luis David Adame, Colombo o Jorge Isiegas. De la escuela me llevo grandes amigos, y sobre todo haber coincidido y haber aprendido de grandes toreros como Angel Tellez, Villita o Marcos del Rincón.

Vivo solo, en una casa en el campo, entre Añover de Tajo y Borox. Mi única compañía es un gato, aunque paso mucha parte del día en Villaseca, entrenando, y los fines de semana me acerco a la casa familiar. Vivir solo me ayuda muchísimo a centrarme en lo mío, en lo que tengo que hacer, de una manera tranquila. He experimentado la sensación de vivir un tiempo en Madrid capital, y ese ritmo de vida que hay es estresante, ¡las prisas nunca son buenas, y menos en el toreo! En el campo soy feliz, y esa tranquilidad me hace tener una rutina que aclara las ideas.  A lo mejor por eso, a veces, puedo parecer algo distante, pero creo que soy una persona sencilla y tímida, y cercana cuando se me conoce.

«Cuando ves a los picadores por el pasillo del hotel por primera vez se te encoge el cuerpo»

Un día cualquiera en el campo me levanto hacia las 8 de la mañana, desayuno y me voy a correr, en torno a una hora, suelo correr algo más de 12 kilómetros. Después hago algún entrenamiento con el capote, o de cambios de ritmo, y una vez que he terminado voy a torear de salón, todo esto en Villaseca. Suelo terminar hacia la una de la tarde, y a esa hora me voy a comer a la finca. Por la tarde ya es más tranquilo, vuelvo a torear de salón, y cuando termino avanzo algunas cosas de la universidad, porque estudio Derecho y ADE en la Rey Juan Carlos. A clase no suelo ir mucho, sólo los días que son necesarios, pero por suerte en la universidad tengo muchas facilidades, y poco a poco lo voy sacando.

He de decir que entre el escalafón de novillero sin caballos y con picadores hay un abismo enorme. El toro es muy diferente, pero sobre todo está el tema de la responsabilidad. Desgraciadamente, hay muchas menos novilladas picadas que sin picar, por ello cada tarde es muy importante y todo tiene relevancia, desde una novillada en una portátil hasta cualquier feria. En el entorno del toreo, todo es mucho más serio, cuando ves a los picadores con la pata de hierro por el pasillo del hotel por primera vez se te encoge el cuerpo.

Es fundamental llegar con ambiente a la alternativa para evitar quedarse parado, y, en ese sentido, el participar y ganar el Circuito de novilladas de Madrid de 2022 organizado por la Fundación Toro de Lidia ha sido el trampolín más importante de mi carrera. La gente apenas me conocía, y con las seis orejas que corté en la final, ya se empezaba a hablar de mí. Al principio del Circuito tienes mucha ilusión y responsabilidad, pero no eres consciente de la importancia que en realidad tiene. Ahora lo sé. Cuando hice el paseíllo en la primera novillada, en marzo, sólo tenía firmada una novillada en todo el verano. A final de año terminé con 16, y perdí la feria de Zaragoza por una cornada.

Ganar la final en San Martín de Valdeiglesias es un recuerdo imborrable, y por suerte tengo otros muchos buenos, y muy bonitos. Si tuviese que elegir una faena elegiría aquella con la que gané el alfarero de oro de Villaseca, cortando dos orejas a un toro de Montealto. Y en cuanto a la tarde más emotiva, yo creo que podría ser la tarde de tres orejas en Valdemorillo, o cuando corté dos orejas a un novillo de Pedraza en Garlín, que me abrió las puertas de otras plazas en Francia.

Los toreros actuales en los que me fijo mucho son Talavante y Roca Rey. Pero si hablamos de toreros antiguos, siempre he sentido debilidad por Julio Robles, y veo también muchos vídeos de Diego Puerta, Jose María Manzanares y Yiyo.

Ojalá, algún día, poder parecerme a ellos.

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