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lunes, abril 29, 2024

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Un día en la vida de: Pepe Burdiel

El novillero sevillano comparte al IJB su pasión por la Fiesta

Me llamo Pepe Burdiel, y soy novillero sin caballos. Qué gran verdad es la de que la atracción por el toreo es algo misterioso: en mi familia no había ningún antecedente profesional, y, de repente, en mi generación, aparecemos dos seguidos, porque mi hermano mayor Álvaro es novillero con picadores.

Tengo 21 años, nací en Sevilla un 30 de junio y casi toda la vida me la he pasado en Madrid. No teníamos en casa una gran afición taurina salvo la de mi abuelo materno, y desde luego en absoluto tanta como para que saliera alguien torero, pero llegó mi hermano Álvaro y cambió completamente el paso.

Álvaro es un ejemplo de lo que es nacer torero. Desde su infancia lo quiso ser. Recuerdo una foto en la que aparece él, con cuatro años y yo en la cuna, en la que estoy vestido de torero con el capote, por su insistencia. O en los veranos, yo con 6 o 7 años y él con cuatro más, salir directamente de la piscina para ver aún mojados las novilladas de promoción de Canal Sur.

A mí me entra el veneno acompañando a mi hermano. Desde pequeño, siempre jugábamos juntos al toro, a veces con nuestros primos, pero mientras que él desde el principio tuvo muy claro que quería ser torero, yo decía que sólo quería aprender a torear.  Sin embargo, a medida que fui yendo con Álvaro al campo, me puse delante de los animales las primeras veces y empecé a torear de salón más en serio, me fue atacando cada vez más el veneno, y di el paso. Ya no quería jugar sino ser torero, y me apunté a la escuela taurina José Cubero “Yiyo” con 15 años.

«Cuando eliges esta forma de vivir ya no es un juego, tienes que decir no a muchas cosas»

Podría decir que mi vida en la adolescencia era la de un niño normal y corriente, pero sé que lo que hacía no era lo habitual entre los chavales de mi edad: por las mañanas iba al colegio, como todos, pero el resto del tiempo prácticamente lo dedicaba entero al toro: por las tardes a la escuela taurina a entrenar de lunes a viernes de 17:00 a 20:00 y los sábados de 10:00 a 13:00, durante el invierno y durante el verano de lunes a sábado todos los días por la mañana. Los deberes los hacía muchas veces en el Metro, ida y vuelta a Las Ventas cada día.

Cuando eliges esta forma de vivir ya no es un juego, tienes que decir no a muchas cosas propias de ser joven para intentar ser torero; renuncias a muchos planes que hacen tus amigos, porque tienes que entrenar o porque toreas. En verano, cuando la gente se va de vacaciones, tú renuncias a ellas por quedarte entrenando e incluso intensificas esas horas de entrenamiento. Y luego hay amigos que te apoyan y animan, y otros que simplemente no entienden cómo dejas pasar tantas cosas buenas. Pero es lo que tiene este veneno.

Y no sólo se trata del esfuerzo y las renuncias, eres consciente de que es una apuesta muy radical, en las que hay muy pocas garantías de éxito y en la que encima arriesgas tu vida. ¿Cuál es la razón de que me compense esta apuesta vital? Seguramente no hay una sola, tanto esfuerzo, sacrificio y peligro se aguanta porque disfruto y me hace feliz esta profesión y esta forma de vida. Porque vivo con intensidad cada entrenamiento, cada tentadero, cada novillada; y porque lo que se siente delante del animal es algo absolutamente único, que solo se puede vivir ahí.

Momentos muy especiales he tenido muchos, desde la época de becerrista, que recuerdo con mucho cariño, debido a esa inocencia con la que uno empieza de pequeño y prácticamente juega con ser torero, aunque obviamente no lo sea. Mi debut de luces, el año pasado en Los Molinos, el 16 de septiembre con una novillada de Jose Vázquez, donde salieron muy bien las cosas y le corté las dos orejas al primero. El paso por la oportunidad en el Palacio Vistalegre (aunque no tuviera mucha suerte). Mi debut en Aguascalientes (México) donde indulté un novillo de la ganadería de Claudio Huertas o el certamen Camino de las Ventas, en el que estoy participando ahora…

No sé cuándo debutaré con picadores, por el momento voy paso a paso, con ilusión y esfuerzo y fijándome mucho en los toreros que tienen un corte clásico, porque es la línea que intento buscar: Morante de la puebla, Manzanares padre, Antonio Ordóñez, Antoñete, Ortega Cano, Curro Romero, Rafael de Paula…

Mi otra dedicación, además de los toros, son los estudios universitarios. Estudio Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, por convicción propia, porque soy consciente de la dificultad y el riesgo que tiene esta profesión, y considero necesario tener una segunda opción a la que dedicarse. Y aparte, creo que formarse es muy importante para desarrollarse personalmente y para contribuir al conjunto de la sociedad. 

Dedico la mitad del día a la universidad y la otra mitad a mi pasión taurina. En la escuela, todos los días hacemos deporte físico y toreamos de salón. Tenemos un preparador físico que va los martes y los viernes. Y completamos nuestra formación con clases teóricas que imparten Paco Aguado, sobre la historia del toreo y Joaquín López del Ramo, sobre los distintos encastes.

Éste soy yo a mis 21 años. Quiero terminar mis estudios de Derecho, por supuesto, pero, sobre todo, quiero llegar a ser lo más grande que se puede ser en este mundo: ¡torero!

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