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Tauromaquia en Estados Unidos: el caso de las touradas en California

FRÉDÉRIC SAUMADE, ANTROPÓLOGO

Desde un punto de vista histórico, geográfico y cultural, la frontera sur de los Estados Unidos puede ser considerada como el límite de la difusión de la corrida de toros. La tauromaquia de origen andaluza es tradicional en México desde la época colonial, pero en los Estados Unidos, a partir de la anexión que fue la consecuencia de la guerra de 1846-1848 entre los dos países vecinos, fue prohibida en los territorios del Suroeste (abarcando los actuales estados de California, Arizona, Nuevo México, Texas y partes del Nevada, del Utah, y del Colorado). Sin embargo, en esta inmensa región, en gran parte desértica o media-desértica, afectada por olas de violencia e inestabilidad, entre guerras indias, sucesivas riadas del oro, migraciones coloniales y deportaciones de tribus vencidas, la ley estadounidense tardó en aplicarse. Así que entre las numerosas poblaciones de origen mexicana –tales como los californios– se podían mantener, más o menos a escondidas, tradiciones festivas hispano-mestizas, tales como peleas de gallos, corridas y rodeos, éstos últimos que, paradójicamente, acabaron por formar los fundamentos de un deporte emblemático de los Estados Unidos[1]. Hasta el inicio del siglo XX, se sigue mencionando regularmente en la prensa los conflictos oponiendo los defensores de la civilización anglo-puritana, animados por la ideología de protección de los animales, a las comunidades californias rurales y periurbanas que seguían organizando corridas a pesar de la prohibición.

Ahora bien, si estas reminiscencias del viejo México taurino fueron finalmente borradas por la fijación definitiva del orden angloamericano en las tierras del Suroeste, hoy en día, la observación etnográfica indica que los toros siguen siendo un signo de poder alternativo y resiliencia de las culturas iberoamericanas en esta parte de los Estados Unidos. En los estados fronterizos del Suroeste, y más particularmente en California, se encuentra la mayor diversidad de juegos y espectáculos taurinos, entre distintas clases de rodeos y de corridas, aun cuando esté prohibido herir y matar a los animales en los ruedos. El caso que abordaremos aquí, los bloodless bullfights (corridas – o touradas – sin derramar sangre) portugueses, y el modelo festivo en el que se observan, indica la existencia de una permeabilidad fronteriza y una lógica de adaptación en las que se entremezclan la herencia ibérica y la fuerza especial de las comunidades culturales-religiosas, o sea un rasgo típico de la sociedad estadounidense.

En California, son las fiestas dichas Holy Ghost Festivals o Festas do Espirito Santo las que dan ocasión a la comunidad luso-americana organizar, además de las misas y procesiones dedicadas a sus vírgenes y santos patronos, aquellas touradas. En tiempo de nuestro trabajo de campo (2009-2013), registramos hasta trece plazas de toros en activo, situadas entre la aglomeración de Los Angeles y la Central Valley, siendo la San Joaquin Valley la región más fuertemente impactada.

¿Cómo se explica un tal fenómeno, considerando la prohibición generalizada de las corridas en los Estados Unidos, y la fuerza de los movimientos animalistas en este país, más particularmente en California? En 1957, una ley fue votada por el Parlamento de California que autorizó a las comunidades luso-americanas organizar touradas bloodless en el marco exclusivo de sus fiestas religiosas tradicionales. Tal excepción a la intolerancia legislativa hacia un espectáculo taurino que se asimila comúnmente a la “barbaría” de allende la frontera mexicana constituye un verdadero privilegio que indica de por si la fuerza del poderío del lobby luso-americano en el Golden State. Se trata principalmente de los grandes propietarios de lecherías de la San Joaquín Valley, cuyos antepasados, a partir del final del siglo XIX, emigraron desde las Islas Azores, más precisamente la Isla Terceira, para vivir su parte del “American Dream”. Aquellos pioneros empezaron por lo bajo, como pescadores en la bahía de San Diego, u obreros del campo en la zona de Los Ángeles y más al norte, en la San Joaquin Valley. Los más afortunados de sus descendientes llegaron a tener éxito en la ganadería lechera, hasta convertirse en auténticos barones en una actividad que, en su versión intensiva e industrializada, lidera, aún hoy en día, la economía agrícola de California, siendo ésta la más productiva del mundo. Algunos de ellos, al lado de su actividad principal en la crianza intensiva de vacas lecheras, se permitieron el lujo de criar ganado bravo español (de encaste Saltillo), originariamente comprado allende la frontera mexicana, principalmente en las zonas montañosas de badlands, pero también, en algunos casos, en el mismo valle agrícola, a proximidad de los complejos lecheros.

Precisamos que la Isla Terceira es una de las regiones de Portugal donde más pasión popular taurina hay (cada año se organizan allí unas diez touradas formales y alrededor de doscientas corridas de toros enmaromados por las calles, tourada à corda), y que las Azores en su conjunto son tierras de pastos bovinos, aun cuando en las otras islas del archipiélago no se observan tradiciones taurinas. La gran mayoría de los 350 000 luso-californianos proceden, directamente o por su ascendencia familiar, de la Isla Terceira, en la cual viven apenas 56 000 habitantes. Nótese que en la provincia canadiense de Ontario existe otra comunidad procedente de Terceira, más chica, que organiza también algunas touradas y, lo que no se ve en California, unas touradas à corda por las calles. Al nivel global del continente americano, la diáspora de las Azores se divide entre varios estados y países, pero, a diferencia de sus homólogas de California y Ontario, ninguna de aquellas comunidades integra juegos taurinos en sus fiestas religiosas (Lacerda E. P. 2003). Esto se explica en parte por su ubicación geográfica, lejos de la frontera mexicana y del Oeste norteamericano, pero también y sobre todo por su procedencia: así, por ejemplo, la numerosa comunidad azoriana del estado de Rhode Island (unos 85 000 habitantes, un 8 por ciento de la población del estado[2]) no celebra corridas ni pide a las autoridades el permiso de celebrarlas, pues procede de la Isla de Santa María donde no se da ninguna clase de juego taurino (Leal J. 2005).

Visualmente las touradas californianas se parecen a las corridas dadas en Portugal, donde la muerte de los toros en la plaza también se prohíbe, aunque las reses jugadas estén heridas por los rejones y banderillas que quiebra y clave el torero cavaleiro en lo alto del morrillo del animal. En California, para evitar las heridas y el derrame de sangre, la ley impone que sea previamente pegado un tapete en el morrillo de los toros jugados en la plaza; la punta de los rejones y banderillas está envuelta de velcro, lo que permite, cuando las pone el cavaleiro, que éstas se queden clavadas en el morrillo sin que sea herido el animal. Tras la actuación del cavaleiro, así como en Portugal, interviene un grupo de ocho forcados que trata de agarrar el toro a manos limpias.

Si bien la tourada bloodless constituye el principal espectáculo taurino de los Holy Ghost Festivals de California, no es raro que los programas incluyan un intermedio de corrida “a la espanhola”, desprovisto de tercio de picar y de suerte de matar, una ocurrencia que también se observa en Portugal. Aquí los toreros de a pie empleados están en su mayoría mexicanos, y contribuyen a atraer numerosos espectadores de origen mexicano, que reencuentran así el sabor de la fiesta taurina tradicional de su tierra. De hecho, si el público de las corridas de California se compone en su mayoría de personas de habla portuguesa, si las autoridades en la plaza, así como los proveedores de ganado de lidia, son parte de la élite económica luso-californiana, dominada por la industria lechera, inevitablemente, se observa en las gradas la presencia de un importante conjunto de mexicanos, o de personas de origen mexicana. Éstos, aunque no estuvieran inicialmente incluidos en la fiesta portuguesa, ni estuvieran tampoco supuestos beneficiarse del privilegio legal otorgado a la sola comunidad luso-californiana, llegaron primero como clientes de las corridas, hasta introducirse cada vez más como participantes activos en el conjunto de las Festas do Espirito Santo. En las explotaciones agrícolas de la Central Valley californiana, los empleados son en su mayoría mexicanos, o de origen mexicano, incluso, desde luego, en las empresas lecheras de los luso-americanos. Así que la composición del público habitual de las touradas de California corresponde a la sociología del campo regional, a la que cabe añadir unos aficionados angloamericanos, en particular los de la peña taurina Los Aficionados de Los Angeles, y los habituales alumnos de la Escuela taurina del único matador de toros estadounidense en la actualidad, el luso-americano Dennis Borba, que cría toros bravos y de rodeo en su rancho de Escalón, cerca de la ciudad de Stockton.


[1] Ver Saumade F. y J-B. Maudet, 2014, Cowboys, clowns et toreros. L’Amérique réversible, Berg International, Paris (Versión inglesa reactualizada y aumentada en proceso de publicación por la editorial Berghahn Books).

[2] Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/Portuguese_Americans

Artículo escrito por Frédéric Saumade, antropólogo de la Universidad de Aix-Marseille – IDEAS-CNRS

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