Lorenzo Clemente| Presidente de la comisión jurídica de la FTL
Con el cambio de año, las distintas industrias (también las culturales) recapitulan los datos del año que acaba y, en comparación con los de años anteriores, analizan las tendencias que muestran y plantean nuevos objetivos y estrategias que permitan lograrlos.
En el ámbito de la tauromaquia, muy recientemente, ANOET ha publicado su Informe de Festejos 2023 en el que se refleja que el número de festejos en plaza ha sido tanto en 2022 como en 2023 superior al año 2019 (anterior a la pandemia). En 2023, con 1.579 festejos, se constata un mínimo descenso respecto a 2022 (1.622), pero los números son aún prácticamente iguales a los de 2016 (1.598). Diego Sánchez de la Cruz analiza estos datos y, acudiendo también a otros estudios, estima que se han vendido 4,5 millones de entradas entre plazas de primera, segunda y tercera (sólo entre primera y segunda sería algo más de 2.600.000 entradas, con una recaudación de en torno a 130 millones de euros, con un precio medio de 50 euros por entrada).
Para poner en contexto estos datos conviene compararlos con los que hace unas semanas presentaba la SGAE al hacer público el Anuario del año 2023 (referido a datos de 2022). Alguno de los titulares que incluía son elocuentes: “Las artes en vivo recaudan un 89% más que en 2021 pero no recuperan los datos de 2019”, “La audiencia cae un 38% y la recaudación un 24% respecto a 2019”, “Solo los conciertos de música popular superan los ingresos prepandémicos (+10%)”. La primera reflexión es evidente: la tauromaquia recuperó en 2022 cifras pre-pandemia, que ha mantenido en 2023, a diferencia de lo que ha sucedido en la mayoría de las restantes actividades culturales.
Sin embargo, el análisis permite otras reflexiones. La primera, es la calidad y profusión de datos de la SGAE y el modo en que se hacen público a través de una página propia de internet. Pero, además, hay otras cuestiones a destacar. La música clásica, por ejemplo, habría tenido en 2022 2.731.040 entradas vendidas y una recaudación de 30.065.023 euros (es decir, poco más de 11 euros de precio medio de la entrada y una recaudación de menos del 25% de la de las plazas de primera y segunda). En el teatro las entradas vendidas habrían sido 6.679.017 y la recaudación de 130.638.342 (19,5 euros de precio medio de las entradas). En cine se habrían vendido casi 59,6 millones de entradas, con un precio medio de 6,19 euros, lo cual genera una recaudación de algo más de 368 millones de euros. De esto, sólo 13.051.722 entradas se corresponden a cine español, con una recaudación de 77.426.315 euros.
En relación con las cifras del cine dos consideraciones más. La primera es que la frecuencia de asistencia de los espectadores al cine es de 1,24 veces por año (lo cual quiere decir que hay muchos espectadores que acuden cada año sólo una vez -volveremos sobre ello más adelante-). Y la segunda es que el dinero que el Estado destina al cine español a través del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA) fue en 2021, último año cuyas cuentas están disponibles, de casi 105 millones de euros (casi 95 en transferencias y subvenciones, 5,5 en gastos de personal y 4,5 en otros gastos de gestión), un importe que supone casi un 140% de lo que ingresa el cine español por taquilla; y esto es sólo una parte de las ayudas al cine, ya que a estas aportaciones del ICAA hay que añadir las del Ministerio de Cultura, Comunidades Autónomas, Ayuntamientos, RTVE, otras televisiones públicas, así como las cantidades que legalmente deben destinar las televisiones privadas y los beneficios fiscales que prevé nuestra normativa en relación con la actividad cinematográfica. Todo ello para una recaudación por taquilla de menos del 60% de lo que la tauromaquia recauda sólo en las plazas de primera y segunda categoría.
Conviene, además, poner en relación también estas cifras con la Encuesta de Hábitos Culturales que elabora cada dos años el Ministerio de Cultura. La última publicada es la del periodo 2021-2022, cuyos datos están parcialmente influidos por el hecho de que en 2021 todavía había restricciones de aforo y otras incidencias derivadas de la pandemia. Y lo primero que hay que llamar la atención es sobre un problema de nomenclatura: para esta Encuesta “espectador” es quien ha asistido al menos una vez a algún tipo de evento cultural de los analizados, y no toma en cuenta si ha asistido sólo una vez o ha ido cien. Un solo ejemplo: para esta última encuesta publicada sólo el 1,9% de la población asistió al menos una vez a un festejo taurino en ese periodo (8% en el periodo 2018-2019), mientras que al teatro asistió el 8’2% de la población (24’5% en el periodo 2018-2019). Sin embargo, como hemos visto anteriormente, el número de entradas vendidas de teatro es sólo 2,5 veces superior al de las plazas de primera y segunda en España (es decir, sin tener en cuenta ni siquiera las de tercera) y la recaudación del teatro es prácticamente igual a la de estas plazas de primera y segunda. La conclusión es clara: los espectadores taurinos son espectadores que acuden con mucha más frecuencia a espectáculos taurinos que los de otras actividades culturales frecuentan cada una de ellas (ya decíamos en el cine que la frecuencia era de sólo 1,24 veces por año) y el gasto medio de los espectadores taurinos es el más alto de las actividades culturales, con gran diferencia respecto a todas los demás.
Los análisis podrían ser muchísimos más. Pero sirva lo anterior para reivindicar, una vez más, la sólida importancia del espectador taurino. Es tremendamente fiel (ha vuelto a las plazas antes que el de las demás actividades culturales), constante (asiste de media muchas más veces al año a festejos taurinos que el del resto de las actividades culturales) y es también quien más dinero destina a la actividad cultural que prefiere. Todo esto ya lo saben, sin duda, quienes están al frente del sector taurino (y parte de los males de la industria derivan de estas virtudes de sus espectadores). Pero no estaría de más tenerlo en cuenta para ponerlo en valor y para, desde las Administraciones y desde los empresarios y profesionales taurinos, hacer políticas que aumenten la afición. Cada nuevo espectador lo será de diversos festejos y aumentará de forma significativa la recaudación. Parece que vale la pena intentarlo.
Lorenzo Clemente Naranjo es residente de la comisión jurídica de la FTL