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sábado, abril 27, 2024

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Un día en la vida de… Israel de Pedro

Nací en Madrid un día taurino por excelencia, el 15 de agosto, hace 50 años. Me llamo Israel de Pedro Pastor y soy picador de toros. Mi vida entera gira en torno al toro… y al caballo.

Mi padre era empresario taurino, por lo que el mundo del toro ha sido algo habitual en mi vida casi desde que nací, yendo a tentaderos y festejos con mi padre, ya fuese con toreros que apoderaba, festejos que organizaba o simplemente como aficionado. Me recuerdo desde bien pequeño deseando terminar el colegio para irme al pueblo con mis abuelos, Colmenar de Oreja (Madrid), para desde allí pasar el verano de pueblo en pueblo en los festejos populares, encierros, etc. Y el caballo ha estado ligado a mi desde joven, siempre sentí atracción y empecé a dar clases de equitación habitualmente.

Lo cierto es que mi vida profesional iba encaminada hacia otro lado. Mi primer trabajo fue en una joyería, cara al público, pasé a trabajar de comercial en una empresa del sector de la herbodietética y de ahí a director comercial de una multinacional del sector animales de compañía. Pero, un día, mi mente hizo “click”, y todo cambió.

«Estaba dispuesto a todo por realizarme y hacer lo que realmente quería»

Ocurrió que, por casualidad, en un tentadero en el que no había picador, me tocó serlo porque montaba a caballo, y sentí algo muy hondo que provocó que acabara juntando mis dos pasiones, el caballo y el toro. Esta decisión me costó muchos problemas familiares, pues nadie entendía ese giro tan radical cuando yo ya tenía la vida un poco encarrilada por otros lares, pero al final vieron que iba en serio, que de verdad estaba dispuesto a todo por realizarme y hacer lo que realmente quería y me dieron su apoyo, que en los principios fue fundamental.

Mi vida en invierno y en verano es muy distinta. Tengo un negocio de cuadra de caballos de picar, que consiste en abastecer de estos a los festejos picados de toda España, esos caballos con los que se pican en las corridas de toros y en las novilladas picadas, son proporcionados por empresas independientes como la mía, a las que contrata la empresa organizadora del festejo.

En invierno, suelo levantarme a las 8 de la mañana cuando mis hijas se van al cole para ir después a desayunar, siempre en el mismo sitio y con la misma compañía. De ahí a la finca a empezar a organizar el trabajo diario allí, tengo un plan de monta, y cada día le toca a un numero de caballos. Allí estoy hasta las 2 de la tarde, que salen las niñas del cole, las recojo y a casa a comer. Almuerzo con la familia si no hay ningún compromiso y me gusta recostarme con las niñas en el sillón a disfrutar un poco de ellas que… ¡en verano las veo más por videollamada que en vivo! Sobre las 5 de la tarde vuelvo a bajar a la finca, por las tardes solemos ¨vestir¨ uno de los caballos nuevos y me paso hora u hora y pico montando el caballo vestido, después toca meter los caballos a cenar y sobre las 8 o así para casa a intentar disfrutar un rato de la familia.

Los caballos se doman en un principio como se puede domar cualquier caballo de cualquier disciplina, sometimiento, docilidad, potenciación de las aptitudes físicas, manejabilidad, etc.. después viene otra doma en la que el caballo trabaja “vestido” -o sea, con todas las protecciones- para que no sufran heridas ni lesiones durante su trabajo.  Después, se hace lo propio tapándoles los oídos y los ojos porque han de confiar plenamente en el jinete que los monta: son animales huidizos por naturaleza y hacerles trabajar sin ver ni oír supone una dosis de confianza máxima en el jinete que les lleva.  Más adelante, pasamos a enseñarles a picar, y para eso solo hay una manera, picando. Empezamos poco a poco con un carro construido para ello, después animales pequeños y según vaya evolucionando pues va aumentando el tamaño de los animales a picar hasta su debut en las plazas.

«En verano es una locura de dormir poco, viajar mucho, horas de camión, horas de furgoneta, de coche y de festejos»

En verano, por el contrario, entre la cuadra, la finca, los festejos de la cuadra y los festejos que toreo yo, es una locura de dormir poco, viajar mucho, horas de camión, horas de furgoneta, de coche y de festejos. Mi trabajo es doble, el de picador y el de proveedor de caballos para picar.

Los caballos para un festejo los contrata el empresario del festejo y a los picadores nos contratan los matadores. Así, hay días en los que coincido en la misma plaza con mi propia cuadra, pero en muchos de ellos no, por esa razón.  

En mi trabajo de picador, solemos ir un día antes si hay muchos km, para estar descansado: toda la cuadrilla y el matador en una furgoneta preparada con bastantes comodidades, cenamos juntos y a dormir en el hotel. En la mañana del festejo vamos para la plaza sobre las 11 para ver los caballos que van a picar, montar las puyas en los palos y ver el sorteo de los toros que le han tocado a nuestro matador y por lo tanto a nosotros; vuelta al hotel, comemos todos juntos, siesta y como una hora y media antes del comienzo del festejo viene a despertarnos el ayuda del mozo de espadas. Solemos vestirnos en la misma habitación del hotel los dos picadores, no nos suele hacer falta nadie excepto que se rompa un botón o una costura y entonces acude el ayuda.

Nuestra ropa de torear se compone de una chaquetilla de luces y su chaleco, camisa, calzona, que es el “pantalón” que usamos, dos botas de cuero, una en el pie izquierdo más fuerte, que lleva la espuela, y otra en el pie derecho más fina y que va dentro de la gregoriana o pata de picar, pierna metálica articulada que nos sirve en la pierna derecha de protección ante el toro, también llevamos la mona en la pierna izquierda, que va desde el tobillo a la rodilla y que es la protección de la pierna izquierda por si nos estrella contra la barrera o nos derriba y se nos cae el caballo encima, también llevamos un sombrero como todo caballero a caballo, llamado castoreño, nombre que recibe de que antiguamente estaban hechos de piel de castor.

Dentro de la plaza, lo primero es la colocación del caballo para centrar y citar el toro, previa colocación por parte del matador, parte muy importante, centrar y citar el toro dando casi el pecho del caballo, mover el caballo para buscar el terreno adecuado a cada toro, cuando se consiga que el toro arranque, echar el palo por delante y girar el caballo hacia la izquierda para que amortigüe algo el impacto y éste se produzca justo por delante del estribo, en la paletilla del caballo; coger el toro a la caída del morrillo y pelear con él, intentando no tapar la salida, asimismo tratar de infligir un castigo medido para poder ver el toro de nuevo. Esa es la teoría, y la faena soñada…

Se siente mucha responsabilidad y tensión, ya que tenemos muy poco margen de error. No es tanto miedo físico como que al final nosotros nos ponemos delante del toro igual ¡y además no nos vamos! A un picador siempre le llega el toro, y además tenemos que lidiar con un caballo que solemos conocer, pero que puede ser que no conozcamos de nada, que quizá incluso tenga reacciones adversas y que a veces juega en nuestra contra si hay un derribo y te coge debajo; y por desgracia sí que hay bastantes percances graves, muchas fracturas, lesiones de espaldas, de hombros, además de cornadas, por supuesto.

He tenido gracias a Dios muchas buenas faenas y en muchas ferias, pero por destacar algunas especiales, en los 6 toros de Iván Fandiño en Madrid, el Domingo de Ramos de 2015, un toro de José Escolar que el maestro me colocó en el segundo puyazo justo en los medios de la plaza, y al que ya le había dado un muy buen puyazo en el primer encuentro. Otro toro de Victoriano del Rio, con Uceda Leal, en el año 2007, cartel con Juli y Manzanares. O en 2023, un toro de Baltasar Iban en Vic Fezensac al que le di cuatro puyazos y me derribó una vez ¡y otras dos casi lo consigue!

Como picador, me fijo en los históricos que he tenido la suerte de ver e incluso de compartir tardes con algunos, grandes referentes como Juan Mari García, Aurelio García, Manuel Quinta, Luis “Pimpi” y tantos otros. Por otra parte, a pesar de ya bastantes años de profesión, no han sido tantos los toreros con los que he toreado regularmente pues he durado mucho tiempo con todos ellos: Óscar Higares, Uceda Leal, David Mora, Iván Fandiño, Javier Cortés o Jesús Enrique Colombo.

Soy una persona inquieta e impulsiva, algo perfeccionista, a veces demasiado exigente y con mucho pronto, pero con buen fondo; capaz de meter la pata y rectificar rápido. Me gusta ayudar a la gente, a mí me han ayudado mucho y me hace sentir muy bien poder ayudar a personas que lo necesiten. Casi no tengo vacaciones y trabajo mucho todo el año, pero vivo con mi familia en el mundo que he elegido, el del toro y el caballo, y soy feliz.

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