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jueves, abril 25, 2024

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La España que tanto quisimos

Víctor Gómez Pin es uno de los grandes filósofos españoles. Estudió y se doctoró en La Sorbona y fue el primer director del departamento de Filosofía del País Vasco. Fundador del Congreso Internacional de Ontología, que hoy coordina, ha escrito numerosos libros y artículos doctrinales.

Aficionado taurino, es habitual verle en la Goyesca de Ronda, pero también siguiendo a José Tomás o a Talavante y acudiendo a diversas plazas. Su libro “La escuela más sobria de vida: tauromaquia como exigencia ética” (premio Fundación Joselito, 2002) es uno de los tres que conforman la trilogía de la reflexión filosófica sobre la tauromaquia, junto con “Filosofía de las corridas de toros”, de Francis Wolff y “Tauroética”, de Savater (los apuntes de Ortega y Gasset, pese a su interés, no dejan de ser reflexiones aisladas que no alcanzan la sistemática de estas tres obras).

El pasado mes de mayo Gómez Pin ha publicado en Arpa “La España que tanto quisimos. (Cuándo y por qué se quebró el sentimiento de arraigo de los españoles)”. Se trata de un libro peculiar, a medio camino entre el ensayo y el recuerdo de ciertas vivencias personales. Un libro sugerente, que parece nacer desde un cierto desencanto por la imposibilidad que parecemos haber demostrado los españoles para construir un proyecto común y a la vez diverso del que se sintieran partícipes quienes hablan y sienten en distintas lenguas y quienes profesan ideologías muy diferentes. Un proyecto que fuera parte de Europa, pero desde las especificidades de la vida, las costumbres, las tradiciones, las formas de sentir el mundo que tenemos en nuestro país.

Víctor Gómez Pin aúna en el libro desde anécdotas de fiestas en la casa familiar de Paco Ibáñez en París al poco de publicar su primer disco o un resumen (post scriptum) de un peculiar viaje en autostop en los años sesenta por toda España hasta explicaciones detalladas de la “guerra de lenguas” con el catalán, el euskera y el gallego y el distinto modo en que catalanes y vascos han enfrentado la inserción de su lengua propia en la educación o el modo en que España ha sido y puede seguir siendo una comunidad de arraigo y un lugar a través de cuyas formas de vida las diferencias sociales y políticas no son obstáculo para el encuentro de espacios de convivencia (la referencia en este punto a los bares del barrio del Arenal de Sevilla es paradigmática).

En esta obra heterogénea y con un interés probablemente desigual para el lector dependiendo de sus afinidades intelectuales y sentimentales dedica un interesante capítulo a la tauromaquia como uno de los elementos tradicionales de arraigo puesto en entredicho en la actualidad por una ideología (él diría, una religión) animalista que ha calado de tal modo que quienes la profesan y atacan a la tauromaquia desconocen las bases de esa confrontación y las consecuencias a las que podría conducir su abolición. Bajo el título “Cristalización del debate en torno a un rito”, a lo largo de treinta páginas esboza los antecedentes del debate y plantea no pocas razones por las que defender la tauromaquia, aún siendo consciente de que “la tauromaquia, como tantas otras cosas a las que los hombres se confrontan, no es reductible a una visión abstracta, es decir, parcial y unilateral”. Expone las razones de los animalistas planteando que se trata de un rousseaunismo actualizado en el que no existe ya una nostalgia de “nuestra humanidad”, sino de nuestra animalidad y que ahora las “razones para no estar satisfechos con nuestra humanidad no se traducen en un proyecto para mejorarla, sino en el rechazo de ésta, negando su singularidad”. No es optimista al respecto: “Precisamente porque responde a causas profundas, por el momento este movimiento no va a ser contenido: estamos ante una movilizadora causa urbana que clama contra la urbanización de nuestra existencia. Como los seguidores de Aaron, debilitada la fe en el Dios de las Tablas, los hombres de nuestro tiempo deifican la animalidad.”

En el capítulo se aborda el debate que tuvo lugar a propósito de la tauromaquia en el Parlament de Cataluña, pero también si la tauromaquia es indigna de las preocupaciones de un filósofo (como se le achacó a Ortega), o las visiones contrapuestas de la tauromaquia del propio Ortega y Azorín. Se cita a Sánchez Mejías, a Lorca, a Blasco Ibáñez o a Miguel Hernández, pero se duda de si en la actualidad esta “coartada cultural” supone una defensa verdaderamente útil. Se explicita cómo la tauromaquia supone una atmósfera que España preserva de forma única a través de sus dehesas y que genera un conocimiento y forma de manejo de los animales que hace surgir relaciones sociales donde “la única jerarquía” que cuenta es el saber de cada uno en las diferentes facetas del trabajo conjunto.

Y plantea sin tapujos el complejo debate del lazo entre humanos y animales. Un debate, por cierto, que junto con otros como la inteligencia artificial, será una de las cuestiones que abordará el Congreso de Ontología de 2023 con una presentación clara: “Animal condition and human nature: state of the art. a. Legal status of animals; b. Human language and animal signal codes.”

Un libro interesante, en fin, y variado. Que hace pensar. Con cuyos argumentos estar de acuerdo en ocasiones y abiertamente en contra en otras. Pero que reivindica algo tan complejo pero tan necesario como un proyecto común de una España diversa en el que tengan cabida distintas forma de ser y sentirse español e inserta en una Europa donde la solidaridad y la defensa conjunta de ciertos valores no laminen los elementos culturales y vitales tradicionales que permitan a cada uno seguir sintiendo el arraigo que da sentido a una vida verdaderamente humana.


Reseña realizada por Lorenzo Clemente, Presidente de la Comisión Jurídica de la Fundación Toro de Lidia y miembro del Consejo Editor del Instituto Juan Belmonte.

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