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Innovación y toros

BORJA CARDELÚS| Publicado en Diario Expansión el 6 de diciembre de 2023

Pensamos en “innovación” y la mente vuela a tecnológicas en Silicon Valley o a la industria robótica en Corea del Sur. Pero la innovación también se encuentra en toda empresa o sector que sobrevive al paso de los años, actualizándose en un mundo hiper competitivo y cambiante, en el que siempre hay millones de personas que quieren colocarse en tu lugar bajo el sol.

En los sectores nuevos las reglas están todavía por dictarse, por lo que la innovación es consustancial a ellos. Lo contrario ocurre en sectores maduros, donde las inercias son fuertes. Y si hablamos de un sector maduro cuando tiene cuarenta años, ¿Qué hacemos entonces con los toros? Porque hace más de doscientos años ya se estaban organizando corridas dentro de una industria muy similar a la actual. Pedro Romero y Costillares mantenían una intensa rivalidad, acaparando titulares y llenando plazas por toda España, mientras Estados Unidos se independizaba de Gran Bretaña y Robespierre sembraba el terror en Francia.

Si los toros se han mantenido tanto tiempo como una poderosa expresión cultural es porque han conectado con la fibra popular del pueblo español y porque su industria ha sabido adaptarse a los cambios, innovando para mantener su posición de predominio en el favor del público.

La industria taurina ha sufrido lógicamente muchos reveses a lo largo de su historia, el último con la crisis financiera de 2008, que provocó una relevante contracción. Pero como los toros bravos, el sector se ha crecido en el castigo, haciendo que la adversidad supusiera la semilla de lo que tras la pandemia iba a ser una poderosa recuperación.

Y la innovación ha tenido sin duda un papel importante en este resurgir. Por ejemplo, con la estrategia promovida desde la plaza de Las Ventas para conectar con la juventud hasta provocar un auténtico sunami, un espectacular cambio social en cuanto a la participación de los jóvenes en la fiesta, que como una mancha se ha ido extendiendo por toda España.

O el trabajo realizado desde la Fundación del Toro de Lidia, donde analizamos durante los años anteriores a la pandemia qué estaba ocurriendo en la industria. Esto nos mostró algunos puntos débiles, así como tendencias generales en las industrias del espectáculo, que nos obligaban a tener que repensar la manera en que se organizaban algunos de los segmentos de la tauromaquia menos exitosos, como por ejemplo el de los novilleros o el de matadores de toros que no estaban en lo alto del escalafón.

En los toros siempre ha habido grandes competencias que han alimentado las pasiones. Estas rivalidades, como ocurre también en la industria del deporte, son las fuerzas motrices del interés de los aficionados, una necesidad casi en términos de supervivencia para el sector taurino y también para el deportivo.

Quisimos probar nuevos formatos, envolver los festejos de una manera diferente, de forma que el conjunto tuviera un mayor interés que el que inicialmente pudieran tener sus participantes. Formatos en los que la competición fuese la base, introduciendo ideas más propias del ámbito deportivo, con campeonatos cerrados, con fases eliminatorias y finales. Torneos en los que unos pocos toreros seleccionados tuvieran que competir de manera explícita contra el resto por un triunfo final. El ascendente deportivo se percibía en los propios nombres de las competiciones, alejados de la tradición taurina, como los de Copa Chenel o Liga Nacional de Novilladas.

La polémica y la tensión competitiva, elementos centrales en las competiciones deportivas y que mantienen la conversación viva de semana en semana, se convierten en elementos relevantes de los nuevos certámenes, en los que cada eliminación es motivo de discusión sobre lo acertado o no de las decisiones del jurado, a veces con pasión desbordada, lo que atrae la atención sobre la competición y sus protagonistas.

Competiciones que supusieran la consolidación de marcas sobre las que trabajar comunicativamente y que pudieran, además, poder atraer el apoyo de administraciones públicas, de televisiones o de patrocinadores, así como de un interés creciente del público.

Pero la innovación no se podía quedar en el propio formato, también debían ser bancos de pruebas de nuevas formas de comunicar, en nuevas plataformas, con nuevos estilos, ideas, que pudieran después ser adoptadas por la industria taurina en su conjunto.

Los resultados en tres años no pueden ser más satisfactorios, con novilleros y matadores que han sido catapultados gracias a sus triunfos y marcas como la de la Copa Chenel consolidadas ya como uno de los hitos relevantes de la temporada taurina.

El fruto de todo este intenso periodo de innovación del sector ha sido un resurgimiento de la industria en su conjunto, que augura un futuro brillante en el que los cambio y mejoras, dentro de lo inalterable de un rito centenario, deberán seguir guiando al sector.


Borja Cardelús es Director general de la Fundación Toro de Lidia. El artículo se publicó originalmente en Expansión el 6 de diciembre de 2023.

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