MADDI MENDIBIL| Doctoranda en filosofía
En la tauromaquia habita una cierta concepción del mundo, compleja y apasionante, y dentro de ella, un modo especial de entender al mundo animal, que se aleja de la dicotomía o polarización tan dominante en el mundo actual.
Tras la modernidad, el sistema social y la concepción del mundo se han basado en la que se denomina cismogénesis complementaria: se compone de polos, de extremos. Ante las contradicciones o situaciones paradójicas que presenta el ser humano, la forma principal de proceder es escoger una de esas partes que constituyen la contradicción o la paradoja, y situarse en esa y sólo en esa. Esto ocurre respecto del mundo animal. Así, por ejemplo: frente a la afirmación «el ser humano ama a los animales y se los come» (asentimiento contradictorio, paradójico o complejo), se elige estar en el bando de los que los aman o en el bando de los que se los comen. Si se elige el bando de los que aman los animales, no se les come y si se elige el bando de los que comen animales, no se les quiere.
Amar a los animales o explotarlos, trabajo u ocio, naturaleza o cultura, taurinos o antitaurinos. Esa es la forma de organización social y concepción del mundo que nació como consecuencia de los cambios que tomaron forma en la modernidad (industrialización, estados-nación, capitalismo, racionalismo…) y que hoy en día, aún sigue siendo la forma dominante: organización social y concepción del mundo basada en categorías dicotómicas, estrictas. Sin embargo, y a pesar de ser la forma dominante, no es la única posible. Encontramos hoy en día casos concretos en los que toman cuerpo concepciones del mundo y lógicas de distinto orden y distintas consecuencias. Ejemplo de ello es el mundo bravo, tanto la cría de ganado bravo como los espectáculos que se celebran con dichos animales.
Y así, a la pregunta ¿Cómo entendemos a los animales? Se puede responder con una división muy estricta, muy radical, entre los que se perciben como mascotas y los que se perciben como como animales-materiales. Los primeros serían el grupo de los animales que se aman; los segundos, el de los que se comen o utilizan. A los primeros se les exagera la condición de sujetos, profundizando en sus derechos y mejorando sus condiciones (aunque a menudo las mejoras están basadas en necesidades de los seres humanos más que en las de los animales); a los segundos se les exagera la condición de objetos, retrocediendo en sus derechos y en su bienestar. Ambos se dirigen hacia dos polos antagónicos, pero, bajo esta diferencia, hay algo que comparten, un hecho muy importante y que tiende a olvidarse: ambos se alejan de lo que esos animales serían en estado natural y de las condiciones en las que vivirían en ese estado.
Esta división tan estricta deja fuera al ganado bravo. El mundo del bravo entiende a cada animal de una manera más compleja y que no encaja en esa clasificación. Esto ocurre debido a que para entender qué es cada animal no se pregunta «¿lo amo o lo como?», ya que, para empezar, las dos cosas pueden ocurrir a la vez, «lo amo y lo como». Además, porque se preguntan muchas otras cosas antes de llegar a entender a un animal en un determinado sentido: «¿servirá para el trabajo?», «aunque no sirva para el trabajo, ¿servirá como madre?», «¿a los animales que están bajo mi protección este otro animal les beneficiará o perjudicará?», «¿qué peso simbólico tiene este animal para mí o para los que me rodean?», «¿qué beneficio o daño puede causar a mi tierra este animal?»…
Es un modo de relacionarse variable y ambiguo, que no recae sólo en la amistad hacia el animal ni sólo en la hostilidad. Se construyen relaciones que, según las circunstancias, pueden adoptar formas de respeto, consumo, defensa, admiración, castigo, etc. Y ello es porque no se trata de animales salvajes pero tampoco de animales domésticos convencionales.
Dicotomías como la que hemos visto que se quiere aplicar a la forma que tenemos de entender a los animales son demasiado sencillas y simplifican en exceso, y por eso en cierto modo falsifican la realidad. Si solo los entendemos como casi cosas (animales-materiales) o como casi personas (mascotas), en el camino se pierden cantidad de características, detalles y sutilezas.
Esta categorización bipolar de los animales provoca tres consecuencias principales: 1) es cada vez más difícil acercarnos a conocer la variedad de formas de vida que hay en cada animal; 2) no se trabaja la capacidad del ser humano de construir ontologías complejas, con el esfuerzo que ello supone y los beneficios éticos e intelectuales que ello trae; 3) se imposibilitan discusiones tan exigentes como creativas sobre los matices ontológicos de cada animal, ya que las estructuras dicotómicas, de polos, hacen muy difícil la búsqueda de nuevos puntos en común.
En este sentido, el estudio filosófico del ganado bravo, que como hemos dicho ocupa una posición especial y alejada de la dicotomía animal doméstico-animal salvaje -una posición híbrida y limítrofe, podríamos decir- puede abrir nuevos caminos y posibilidades en cuanto a la manera de entender al mundo animal y las formas de relación entre seres humanos y animales. Y es que el mundo del ganado bravo, que está lleno de contradicciones y situaciones paradójicas, precisamente visualiza esas contradicciones y paradojas, les da un espacio público y, sin pretender resolverlas, liquidarlas o ignorarlas, ofrece un sitio para trasladar y cultivar contradicciones y paradojas a la sociedad.
Grado de Filosofía (UPV) y Doctoranda en Filosofía. Técnico I de equitación. Su pareja, Asier Alvite Arregi, (veterinario especializado en rumiantes y que trabaja con ganado, tanto manso como bravo) ha fundado este año 2023 una ganadería para lidiar, con el nombre de Albara, en el municipio de Deba, Gipuzkoa. Es una ganadería de bravo, de casta navarra, dedicada al festejo popular. Maddi comparte con Asier el camino que están empezando con trabajo e ilusión, participando en las labores diarias de la ganadería…