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martes, abril 23, 2024

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El honor de Víctor Barrio

Al torero Víctor Barrio lo mató Lorenzo, un toro de Los Maños, el tercero de la tarde, en la plaza de Teruel el 9 de julio de 2016. La cornada fue espantosa. El pitón le atravesó el pecho. Al cabo de pocos minutos, se confirmó su fallecimiento. El parte médico señalaba como causa de la muerte «perforación del pulmón derecho, rotura de la aorta torácica con disección posterior hasta hemitórax izquierdo». 

A las pocas horas, Datxu Peris, a la sazón concejal de Guanyar Catarroja en ese pueblo valenciano, escribió una entrada en su perfil de la red social Facebook cuyo tenor literal es elocuente:

Podemos tratar de ver el aspecto positivo de las noticias para no sufrir tanto…Ya ha dejado de matar.

El negativo, entre otros, claramente es que a lo largo de su carrera ha matado mucho. Muchos de los de mi equipo, que como digo siempre, es el de los oprimidos, los que siempre pierden porque tienen a todos los opresores en contra, porque tienen el partido amañado. Ahora los opresores han tenido una baja, una víctima más, un peón en su sistema, y me pregunto, como muchos, cuantas bajas más de este equipo harán falta para que los gobiernos centrales, generalitats, diputaciones y ayuntamientos dejen de subvencionar estas prácticas con olor a sadismo.

No puedo sentirlo por el asesino que ha muerto más que por todos los cadáveres que ha dejado a su paso mientras vivió. No solo de toros adultos a lo largo de su carrera (según las estadísticas de su página oficial, ha acabado con 258 vidas desde 2008), sino que también novillos a lo largo de su aprendizaje en escuelas taurinas, en las cuales podemos encontrar niños que acaban normalizando situaciones como esta: «un alumno asestó hasta 14 estocadas al animal antes de que este cayera al suelo, donde fue apuntillado, y aún vivo y boqueando, tratando de tomar los últimos alientos de vida, fue arrastrado al matadero».

El texto iba acompañado de una fotografía de la fatal cogida.

La viuda del torero ejerció acciones civiles en defensa del honor de su marido muerto. Ganó en la primera instancia: entre otros pronunciamientos, Datxu Peris resultó condenada a pagar 7000 € de indemnización. Volvió a ganar la viuda en la apelación ante la Audiencia Provincial, que confirmó la sentencia. Ganó de nuevo en el Tribunal Supremo, que desestimó el recurso de casación de la concejal. Ahora, ha ganado en el Tribunal Constitucional, que ha desestimado el recurso de amparo de la concejal. Datxu Peris ha perdido siempre. 

Hay muchas cuestiones interesantes en torno a esta sentencia. Una, que merecería otra columna, es esa disparatada defensa de los animales que lleva al menosprecio -cuando no al odio- del ser humano. Como toda ideología totalitaria, el animalismo termina despreciando al ser humano. 

Ya digo que habría muchas cosas que subrayar, pero centrémonos en dos. 

La primera es la aplicación a la comunicación a través de redes sociales de los mismos principios que se aplican a la comunicación fuera de ellas. Pretendía la concejal de Guanyar Catarroja que no se podía juzgar su mensaje en Facebook con los mismos parámetros que serían aplicables a un mensaje fuera de la red. El Tribunal Constitucional ha aprovechado esta ocasión para abordar “la incidencia que tiene en la ponderación de tales derechos fundamentales la utilización de las redes sociales como medio de transmisión de las opiniones” y ha concluido que “si la conducta es lesiva del derecho al honor fuera de la red, también lo es en ella”. No cabe, pues, ampararse sin más en el medio empleado – una red social, en este caso- para rebajar el criterio de exigencia del ejercicio legítimo de la libertad de expresión. 

La segunda consideración es el pretendido ejercicio legítimo de la libertad de expresión en un contexto político. Pretendía Datxu Peris que, como activista antitaurina, tenía derecho a que su libertad de expresión prevaleciese sobre el derecho al honor del difunto torero porque se trataba de un mensaje en el contexto de la crítica antitaurina.

El Constitucional ha recordado su doctrina sobre el valor de la tauromaquia como patrimonio cultural para entrar, de lleno, en el pretexto de la crítica antitaurina que esgrimía la concejal: “En este contexto social, en el que la tauromaquia forma parte del patrimonio cultural inmaterial español, calificar directamente a don Víctor Barrio Hernanz, por su dedicación profesional como “asesino” o miembro del equipo de los “opresores”, debe ser considerado, sin el menor atisbo de duda como una injerencia en su derecho al honor, al suponer un menoscabo de reputación personal, así como una denigración de su prestigio y actividad profesional, con directa afectación a su propia consideración y dignidad individual”.

El Constitucional remata la faena con un párrafo demoledor: “para defender públicamente sus posiciones antitaurinas no era necesario calificar en la red social de asesino o de opresor a don Víctor Barrio y mostrar alivio por su muerte. Menos aún hacerlo acompañando al texto una fotografía en que se mostraba al torero malherido, en el momento en que fue corneado, con evidentes muestras de dolor, y realizar esa publicación a las pocas horas de fallecer a consecuencia de esa cornada en la plaza de toros de Teruel, ocasionando con ello un dolor añadido al que tenían sus familiares”. 

Por fin, el Tribunal hace una reflexión muy valiosa para comprender el debate cultural en que nos hallamos inmersos: “Tampoco la utilización de tales expresiones venía exigida o reclamada por un ejercicio de “pluralismo”, “tolerancia” o “espíritu de apertura”, sustento de cualquier sociedad democrática y de la libertad de expresión. Al contrario, precisamente tales principios reclamaban de la recurrente una mayor mesura y contención a fin de no menoscabar injustificadamente el respeto debido a la dignidad humana, al dolor de los familiares y al honor del fallecido”. Eran, pues, el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura los que exigían mesura y contención para no menoscabar sin justificación el respeto a la dignidad humana.

El Constitucional advierte que “La libertad de expresión no puede ser un instrumento para menoscabar la dignidad del ser humano, pues ésta se erige como fundamento del orden político y de la paz social”. He aquí el corazón incandescente de este debate: la dignidad humana. So pretexto de defender a los animales, se pretende mancillar la dignidad humana. En esa pretensión de liberar a los “oprimidos” -Datxu Peris hablaba de “opresores”- se olvidan del ser humano por el camino.

La tauromaquia se ha convertido en la primera línea de defensa de la libertad y la dignidad humanas frente a una ideología totalitaria -el animalismo- que, so pretexto de elevar a los animales, en realidad quiere degradar al ser humano.

Nosotros, pues, sólo podemos celebrar que, una vez más, haya prevalecido el derecho al honor del torero Víctor Barrio.

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