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viernes, abril 19, 2024

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Por qué la censura de cuentas taurinas en las redes es perjudicial incluso para los antitaurinos

No es infrecuente, por desgracia, enterarse de la noticia de que ha sido clausurada una cuenta de contenido taurino en alguna red social. Esto no es nuevo, ya en 2012 podíamos leer la noticia de que Youtube estaba cerrando cuentas, Tik Tok no permite contenido taurino, y la red de videos Vimeo, a la que muchos se habían trasladado,  ha cerrado en 2020 y de manera que se podría calificar casi de sistemática, multitud de ellas: Mundotoro, Aplausos, Cultoro, La Maestranza Pagés, Burladero, Diego Ventura etc. 

A los afectados no les dieron, por lo general, más explicaciones que las de que la cuenta cancelada viola las reglas particulares de la red. Es curiosa, sin embargo la contestación que se dio a Mundotoro: puede que el contenido tenga un significado cultural, incluso que el canal tenga un enfoque periodístico, pero no nos encaja, así que mucha suerte buscándote otra red. 

Para defender la supresión de estas cuentas se puede argumentar que estas redes son empresas privadas, que establecen sus propias reglas de uso las cuales aceptas cuando te das de alta, y que por tanto si las incumples, según su criterio, ya sabes a qué atenerte. Pero esta sería una opinión que estaría fuera de la realidad de lo que son, de verdad, estas redes sociales. 

Youtube, Facebook, Twitter, Vimeo, Tik Tok, Instagram,, etc. no son empresas “normales” y no pueden tratarse como si lo fueran. Se ha dicho, con razón, que conforman una oligarquía digital, tal es su enorme influencia. Son poderes salvajes, en el sentido de que no quieren ser limitados por ninguna norma que no sea la que ellos establezcan, ni por ningún Estado, y que ahora mismo tienen en sus manos la infraestructura clave para el ejercicio de la libertad de expresión en el mundo.

Y que eso es así se vio claramente cuando Twitter decidió suprimir unilateralmente y de manera definitiva la cuenta nada menos que de Donald Trump, mientras era presidente de los Estados Unidos, lo cual ha causado gran controversia y ha abierto los ojos a muchos, porque el mensaje es muy claro: si los CEO de esas compañías puede enmudecer al presidente de la nación más poderosa, pueden hacer lo que quieran con cualquiera.  En esa línea, se pregunta Thierry Breton, comisario europeo de  Mercado Interior: “¿debería esa decisión estar en manos de una empresa de tecnología sin legitimidad democrática o supervisión? El hecho de que un CEO pueda desconectar el altavoz de POTUS (la cuenta del Presidente de EEUU) sin ningún tipo de control y equilibrio es desconcertante”. 

Por su parte, alguien poco sospechosa de ser defensora de Trump, la canciller alemana, Angela Merkel, considera «problemático» el paso dado por Twitter y otras redes sociales. Y añade: «Es posible interferir en la libertad de expresión, pero solo según la ley y dentro del marco definido por el legislador, no por decisión de la dirección de plataformas de redes sociales».

Volvamos ahora al tema de la cancelación de cuentas de contenido taurino, pero con la nueva perspectiva que nos proporciona lo que hemos expuesto: estas grandes redes sociales no son simples empresas privadas que deciden el contenido de aquéllas con sus reglas de admisión, sino verdaderos actores sistémicos para la comunicación social en el mundo, irreemplazables, imprescindibles, con un poder incontrolado y que pretenden decidir los límites de la libertad de expresión y de la cultura por sí mismos, sin atender a las leyes de los estados democráticos. Así expuesta la situación, se ve claramente que la situación es de un amenazante peligro para las libertades. 

En ese sentido, que se cancelen cuentas taurinas debería ser motivo de preocupación y rechazo no solamente para los propios aficionados y profesionales, sino incluso para los que querrían prohibir la tauromaquia. Porque significa ni más ni menos que una sola persona, el CEO de la red social correspondiente, puede decidir en soledad sobre lo que publica cualquiera y eliminarlo si le parece, sin dar explicaciones, aunque el contenido no sea ilegal, o sea considerado cultura en un estado democrático como España, o esa cuenta contenga material de años que ya no se podrá recuperar, o incluso esa cuenta sea una parte del negocio del propietario y su supresión un perjuicio empresarial. Esto es malo para todos.

Si alguien considera aceptable que sea cancelado en redes contenido taurino -el cual es considerado legalmente en España patrimonio cultural inmaterial-  porque es contenido que le disgusta, entonces está aceptando poner en manos de gente que ya es demasiado poderosa y que no tiene intención de respetar la legislación democrática derechos esenciales como la libertad de expresión o el debate público. A partir de ahí, debería admitirse que Facebook, Instagram, Twich o Twitter cancelaran cuentas de personas negras, o de derechas, o de religión cristiana, o de partidarios de la energía nuclear, o incluso imágenes de cuadros de museos que tengan contenido erótico, simplemente porque así lo pone en sus reglas de uso. Por tanto, a cualquier persona defensora de la libertad, el estado de Derecho y la democracia, incluso aunque fuera antitaurina, debería preocuparle esta censura.

Este asunto es muy complejo y está ganando importancia muy rápidamente, tan rápido como el crecimiento exponencial de la influencia de las redes sociales en la política, la sociedad, la economía y la democracia mundiales. Y la tauromaquia es, de nuevo una piedra de toque en relación con el tipo de sociedad que queremos. Si nos parece bien que se supriman contenidos taurinos porque personalmente no nos gustan, estamos aplaudiendo que los CEO de las redes sociales, muchas veces unos completos ignorantes sociales y culturales, decidan qué es lo que podemos o no podemos ver, y nos traten como a menores de edad. Y si esto último nos parece totalmente rechazable, entonces no caben matices en función de nuestros gustos personales y hay que defender sin fisuras ni titubeos la libertad de expresión dentro de la legalidad. Nos va mucho en ello.

Y es que, como dice Noam Chomsky, si no creemos en la libertad de expresión para la gente a la que no valoramos en absoluto, no creemos en la libertad de expresión para nada.

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