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miércoles, mayo 8, 2024

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Valor y a los toros (algo está cambiando)

Declararse aficionado a la tauromaquia ha dejado de ser un tabú, pero es importante seguir defendiendo la fiesta

El aficionado a los toros camina por una senda inesperada en la actualidad. Hace tan sólo tres años, la maldita llegada de la pandemia paralizó la sociedad y asoló el panorama taurino. Expertos como somos los taurinos en abrazar cualquier perspectiva pesimista, las previsiones eran catastróficas y nunca se volverían a llenar los tendidos después de un año sin festejos. Hoy, en 2023, vemos que las plazas presentan mejores entradas que en aquellos años previos a la pandemia. Y, sobre todo, con un rejuvenecido público, que no deja de sorprender a los clásicos ocupantes de los tendidos durante décadas.

Habrá que esperar un tiempo para comprobar hacia dónde lleva esta tendencia, cuáles han sido sus claves y qué consecuencias se producirán para que esta evolución se desarrolle de forma plena.

Alejados de lecturas negativas, lo más importante es que gran parte de la sociedad española se ha despojado de un miedo que le impedía asumir con naturalidad su gusto por los toros. Muchas veces sin llegar a ser afición, solamente se trata de su deseo de acudir a una plaza y disfrutar de un espectáculo único y tradicional, con todas sus características artísticas, lúdicas y sociales.

Hay una generación de jóvenes que ha superado las reticencias de generaciones anteriores para mostrar su deseo de acudir a la plaza. Pero no sólo eso, pocos son los que renuncian a que se dude de la autenticidad de esos festejos de calle en numerosas localidades; jóvenes que se mueven e identifican con los encierros de su pueblo en sus infinitas versiones. Algo está cambiando.

«Los grandes buques televisivos apostaron en los noventa por los toros para afianzar espectadores»

Uno de los segmentos que se ha despojado de estos temores es la prensa. Ese mundo del periodismo que ha silenciado en las últimas dos décadas casi todo lo referente a la fiesta de los toros. Algo que ha ocurrido en todos los frentes de la profesión, desde el ocultismo televisivo hasta el silencio radiofónico y la cobardía individual; contrarias en todo momento a cualquier ética periodística negando la categoría de noticia a una fiesta que mueve a millones de personas cada año. Falta mucho camino aún.

Aún no se han recuperado muchos espacios, pero varias de las televisiones públicas autonómicas han apostado por dar un trato normalizado a los toros. A la larga trayectoria de Canal Sur, se le suma la prolífica labor de Castilla La Mancha y la presencia semanal en otras cadenas autonómicas que abren la pantalla doméstica. Ahora, Telemadrid ha apostado por la emisión en abierto de algunas tardes de la Feria de San Isidro. Sin embargo, los grandes buques estatales no dan el paso, algo que sí hicieron en sus primeros años de vida, cuando en los noventa apostaron por los toros para afianzar espectadores.

Al margen de espacios concretos en una nueva selva informativa actual marcada por las redes sociales, youtube y los podcast, el mayor avance se ha producido en el plano individual, donde los periodistas anuncian su asistencia a una corrida o su divertimento en la jornada previa con el triunfo de un torero u otro. Ya no sorprende ni nadie coarta la actitud por ejemplo de Rubén Amón en Onda Cero, constante durante todo el año, ahora apoyado en sus conversaciones por Rosa Belmonte (no podía tener un apellido más taurino) quien tampoco lo esconde en sus libres columnas.

«Como me periodista, siempre me he preguntado qué empuja a un profesional a esconder las noticias taurinas»

Voces que se han sumado a los clásicos compañeros de Carlos Herrera, que nunca han dejado de anunciar sus tardes en una plaza de toros.

Posiblemente, este osado giro lo abrió hace un lustro Chapu Apaolaza, tratando su afición sin la vergüenza que antes presidía algunas intervenciones de otros. En las útimas semanas, vemos al polifacético Juan del Val, al televisivo Marcos López y a otros muchos orgullosos de su presencia en un tendido.

En este sentido, como periodista más que como aficionado, siempre me he preguntado qué empuja a una profesional a esconder las noticias taurinas en sus programas de radio. ¿Qué puede llevar a un periodista a silenciar un espectáculo que reúne a veinte mil personas cada tarde durante un mes seguido? ¿Por qué no considerar noticia un hecho así y sí hacerlo con un acto que congrega a un par de centenares en la misma ciudad? Atenta contra la definición de lo que es noticia, pero un líder de las ondas debe tener sus potentes razones para atropellar esta máxima periodística.

Me niego a pensar que en la España del siglo XXI haya quien está dispuesto a censurar ciertas informaciones culturales por sus gustos personales. Más aún, no quiero considerar que no aborden la información taurina por miedo, por temor a recibir quejas de quien hace campaña beligerante animalista. Los términos miedo y periodismo son antagonistas y más cuando se trata de los grandes conductores de los principales programas radiofónicos, principalmente de las tardes, que es cuando muchos oyentes se desplazan a esas plazas de Valencia, Sevilla o Madrid para congregar a varias decenas de miles de personas.

«El seleccionador de fútbol Luis de la Fuente declaró que el toreo es una escuela de valores para la sociedad»

Merece un estudio valiente la razón por la que se silencia el segundo espectáculo de masas de esta país. ¿Es una traición a la deontología profesional? Animo a los universitarios actuales, quienes deben buscar redundantes temas académicos para realizar sus trabajos, a que estudien este oscurantista fenómeno.

El miedo va desapareciendo en muchos frentes. A varios futbolistas, por ejemplo, ya no les importa seguir la senda que abrieron en años más difíciles Raúl, Joaquín, Sergio Ramos o Muniain. El último ha sido el seleccionador de fútbol Luis de la Fuente, quien acudió junto a Emilio de Justo a Las Ventas y que declaró con especial convicción: “El toreo es una escuela de valores para la sociedad”. Algo que los aficionados sabemos, pero que es bueno y necesario que se propague desde voces diferentes.

Ni qué decir tiene el apoyo decidido de cantantes como Joaquín Sabina o Andrés Calamaro, que terminó uno de sus multitudinarios conciertos en Madrid lanceando con un capote encima del escenario. Una expresión de libertad que desarma a los autoritarios animalistas. ¿Quién se puede atrever a afirmar que Sabina no es un referente del progresismo? ¿Quién puede asociar a los seguidores de Calamaro con un estrato social conservador?

Estos apoyos desarman las infundadas teorías sociales sectarias, porque la fiesta de los toros es de todos. Y no tiene cabida en ese país de paquetes conceptuales en el que pretenden encuadrarnos para ser manejados con facilidad por los grandes movimientos socioeconómicos. El miedo a declararse taurino ha pasado de largo. Es cierto que nadie lo esperaba hace unos años, pero quizás la necesidad, acuciada por la pandemia, nos ha despertado y nos ha ayudado a decir con orgullo que nos gustan los toros y que quien no lo comparta que nos respete. Falta, y no sabemos si llegará, aunque sí se atisban avances, el paso hacia adelante de empresarios y políticos; actualmente con el freno puesto por la tiranía del chantaje de los animalistas. Ya saben, parafraseando la máxima taurina: valor y a los toros.


Álvaro Suso es periodista taurino.

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