«No pongas tus sucias manos sobre Lorca», le advierte muy encampanado el escritor y columnista David Torres (Público, 06/05/2024) al alcalde de Madrid. Y todo por haber traído a colación Martínez-Almeida unas palabras de Federico García Lorca en medio del fragor de la reciente polémica desatada a raíz de la decisión del actual ministro de Cultura de retirar el Premio Nacional de Tauromaquia, cuya concesión anual está, mal que le pese a Urtasun, entre sus competencias. Lo que, en cualquier caso, no está entre sus atribuciones es decidir de forma unilateral lo que es cultura y lo que no lo es.
Las palabras en cuestión las pronunció Lorca en la última entrevista que concedió, pocas semanas antes de ser asesinado en un barranco de Víznar. Apenas dos meses antes de que sus verdugos acabaran con su vida, el autor de Juego y teoría del duende confesaba sus inquietudes y proyectos al ilustrador y pintor catalán Luis Bagaría en el diario madrileño El Sol (10/06/1936). Resulta de sobras conocida la respuesta de Lorca, pero no lo es tanto la pregunta lanzada entonces por Bagaría: «Querido Lorca: te voy a preguntar por las dos cosas que creo tienen más valor en España: el canto gitano y el toreo». La respuesta del poeta (conocida y repetida hasta la saciedad) no debería ser olvidada o pasada por alto: «El toreo —dice Lorca— es, probablemente, la riqueza poética y vital mayor de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo».
Cuando se trata de reivindicar, defender o explicar la Fiesta de los toros no queda más remedio que volver una vez más sobre las palabras de Lorca, pero no para repetirlas sin más (como tantas veces se suele hacer en distintos foros de aficionados, acudiendo una y otra vez a los tópicos más manidos), sino para intentar comprender a fondo algunas de las claves que no debemos pasar por alto a la hora de incidir de nuevo (y todas las veces que sea necesario) en que los toros son cultura. Es más, no se trata sólo de eso (al fin y al cabo, el concepto de ‘cultura’ que se maneja a día de hoy desde las instancias oficiales no es más que un cajón de sastre en el que puede llegar a caber cualquier estupidez o banalidad, siempre y cuando defienda el discurso oficial de lo políticamente correcto), sino que quizá sean los toros el último reducto que nos queda en Occidente para reivindicar en al arte su sentido original, es decir, en su sentido trágico.
Hace tiempo que vengo sosteniendo la opinión de que no falta mucho tiempo para que la-crema-de-la-intelectualidad-woke acabe cancelando a García Lorca (y si no, al tiempo). Escribe el ínclito David Torres en su columna Punto de fisión: «La frase de Lorca sobre los toros es una auténtica estupidez en 2024 y en 1924, la dijera Lorca o la dijera Einstein. Sucede que a menudo un genio dice tonterías o se comporta como un botarate, ya sea uno de los mayores poetas del pasado siglo o el científico que cambió el rumbo de la Física. Lorca, por ejemplo, sacaba al señorito andaluz que llevaba dentro en cuanto Miguel Hernández aparecía por la puerta, mientras que el padre de la Teoría General de la Relatividad no sólo era un machista de tomo y lomo, sino que escribió a su esposa, Mileva Maric, una carta de reconciliación que da un asco absoluto». ¡Acabáramos!: el autor de Punto de fisión enmendándole la plana nada menos que al autor del Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías (un señorito andaluz, al fin y al cabo) y al autor de la teoría de la Relatividad (un machista recalcitrante). Tiempos extraños estos en los que hay enanos dispuestos a corregir y censurar a los gigantes (eso sí, siempre que estén muertos y, por lo tanto, sin derecho a réplica).
Leyendo el artículo de David Torres, pareciera que el único hecho remarcable por el que merece la pena seguir recordando a Lorca es por haber sido asesinado a manos de las turbas franquistas de Granada: «Es difícil imaginarse —escribe Torres— qué habría pensado y escrito Lorca de los toros a los ochenta años, más que nada porque lo mataron con treinta y ocho en un barranco de Víznar. “Le metí dos tiros en el culo por maricón”, dijo tiempo después uno de sus asesinos, una declaración que resume el franquismo en nueve palabras». Para esto (y nada más que para esto) es para lo que recurre habitualmente la izquierda bienpensante a la figura de Lorca: para reivindicarlo como víctima propiciatoria. Otra cosa es su poética, su estética, su teoría del duende como hilo argumental con el que rastrear un «espíritu oculto de la dolorida España».
Esta misma izquierda que reivindica la serie de la Tauromaquia de Goya como la obra gráfica de un artista que en el fondo (aunque él no lo supiera) era antitaurino, ante la imposibilidad de hacer lo mismo con Lorca (mucho más reciente en el tiempo y con una obra que no deja margen a la especulación sobre su postura respecto a los toros), deciden simplemente (con una simpleza argumental e intelectual rayana en la estulticia más absoluta) que lo que pudiera decir esta cumbre de la literatura universal sobre la fiesta de los toros era, simple y llanamente, «una estupidez». Y esto, hay que insistir en ello, lo dice alguien como David Torres, que en su día comparó a los madrileños con los presos de los campos de concentración nazis por el hecho de optar mayoritariamente en las urnas por un gobierno del PP (ver su artículo «Ayuso va hacia arriba», Público, 05/04/2021). En efecto, el articulista comparó a los madrileños con los presos de los campos de concentración. Según él, los segundos se acostumbraban a sus terribles condiciones, los primeros al gobierno del PP. Metáfora por la que tuvo que pedir disculpas. También debería pedirlas ahora por hacer precisamente lo mismo que le recrimina al alcalde en el título de su artículo. Señor Torres, haga el favor de no poner sus manos (no sé si sucias o no) sobre Lorca.
«Alejados del espectro PP y Vox, incluso intelectuales de izquierdas que siguen viendo en los toros lo mismo que hace un siglo veía García Lorca»
La izquierda antitaurina de nuestro país (con el ministro Urtasun a la cabeza del ministerio Cultura, que vendría a ser algo así como poner a la zorra a cuidar de las gallinas) debería reconocer públicamente de una vez por todas la verdadera razón que se esconde detrás de su inquina hacia esta manifestación cultural tan propia de nuestra tradición popular. Con motivo de la presentación de su ensayo God & Gun, Rafael Sánchez Ferlosio declaró: «Fui también aficionado a los toros, pero desde que odio a España, me he tenido que quitar de ellos» (El Mundo, 01/10/2008). Claro, para reconocerlo de una forma tan explícita hay que tener la altura intelectual (y el valor torero) de un gigante como Sánchez Ferlosio. Por su parte, el ministro Urtasun y los plumillas de turno andan por ahí poniendo paños calientes para no reconocer la evidencia señalada en su día por el autor de El Jarama. Y por eso andan por ahí diciendo que si la lucha contra el maltrato animal, que si la sensibilidad actual hacia los animales, que si los toros ya no interesan a nadie en nuestro país, que si Lorca también decía estupideces… Si los toros siguen levantando ampollas en el debate público es, precisamente, porque están más vivos que nunca, o quizás sería más acertado decir, tan vivos como siempre.
De todas formas, más allá de la identificación Toros/España, no todo está perdido. Mal que les pese a algunos, sigue habiendo a día de hoy artistas y creadores completamente alejados del espectro PP y Vox, incluso intelectuales de izquierdas que siguen viendo en los toros lo mismo que hace un siglo veía García Lorca: «… probablemente, la riqueza poética y vital mayor de España». Tres ejemplos:
En su libro Huellas dactilares (2001), escribía el poeta, ensayista y escritor de izquierdas hispano-argentino José Viñals: «Aunque parezca grotesco, peregrino o contradictorio, disfruto de las corridas de toros y aprecio el arte taurino. […] ¿De una sociedad socialista deberían desaparecer las corridas de toros? Sólo el día en que hayan perdido sentido. La alegría, el júbilo, la conmoción de los pueblos, su comunión gregaria, son por ahora más importantes que las acusaciones de crueldad o truculencia».
Cuando al multifacético creador, productor y cineasta Gonzalo García-Pelayo le preguntan qué ve en el torero, responde: «Un arte. No puedo entender esta visión animalista que hay en la sociedad cuando hay muchos ejemplos de gente con intuición artística y más conocimiento del ser humano que adoran el toreo y lo tienen como una de las artes más exquisitas e increíbles. La lucha del hombre contra la adversidad y su capacidad de imponerse de manera bella es completamente inconcebible. No puede haber un arte más exquisito» (Revista LaMuy, 23/07/2016).
Más recientemente, en un exquisito librito titulado Sólo te hace falta morir en la plaza y publicado en 2021, la poeta, directora de escena y actriz Angélica Liddell escribe entre otras cosas: «Hoy por hoy, en el seno de una sociedad esterilizada, higienizada, puritana, donde la igualdad se confunde con lo uniforme hasta consolidar la mediocridad y el infantilismo donde chapoteamos, inmovilizados por las arenas movedizas del prohibicionismo, la tauromaquia agonizante rescata nuestras emociones». Más adelante, podemos leer: «El torero […] convoca a las emociones a través de una sensibilidad extrema que no puede existir sin inteligencia. Para gozar de la sangre derramada se necesita a un intelectual, no a un carnicero, no se vende el arte al precio de la carne».
Cabe suponer que para alguien como David Torres (más carnicero que intelectual si nos atenemos de forma escrupulosa a su repugnante artículo) todo esto no son más que estupideces de poetas.
P.D.: Propongo desde ya que el próximo Premio Nacional de Tauromaquia que se le conceda a Angélica Liddelll.