lunes, abril 29, 2024

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Más allá de nuestras fronteras

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Más allá de nuestras fronteras
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Hoy te invitamos a conocer la fiesta (inter)nacional. Aunque te parezca increíble, se han celebrado corridas de toros en países tan recónditos como Kuwait, Líbano, EEUU o China, es decir, más allá de las fronteras de los países que llevamos la tauromaquia en la sangre. ¿Y por qué? Porque el amor al toro es un sentimiento universal, ¡ven con nosotros a descubrirlo!.Locutado por Victoria Collantes y Gonzalo Bienvenida, ha contado con la participación de Ivan Moseley (exdirector del Club Taurino de Londres), Roberto Piles (matador de toros y apoderado taurino), Manuel del Olmo (matador de toros), Jorge García Sánchez (profesor del departamento de prehistoria, historia antigua y arqueología de la Universidad Complutense), Jesús Montes (banderillero de toros), Jorge Manrique (matador de toros) y Miguel Bienvenida (matador de toros).Este episodio ha sido impulsado por la Fundación del Toro de Lidia, con la colaboración del Ministerio de Cultura y Deporte.

  • Guion: Sergio F. Núñez.
  • Producción: Lidia Cossío de la Iglesia.
  • Documentación: Guillermo Vellojín.
  • Comité Editor: Robert Albiol, Alipio Pérez-Tabernero, David Jaramillo.

Notas:

  • [Corrida de toros Constantinopla] correo taurino, Diario “La Mancha”, 21/05/1010 Asuntos exteriores [llegada del Club Taurino de Londres], El Ruedo, semanario gráfico de toros nº 890, 03/07/1961 año XVIII.
  • Bérard, Robert, Histoire et dictionnaire de la Tauromachie, Bouquins Laffont, París, 2004.
  • Corrida de toros en Budapest. Intento frustrado por europeizar la fiesta, C. Fernández, El Ruedo, semanario gráfico de toros nº 226, Madrid, 21/10/1948 año V.
  • Cossío, José María de, Los Toros. Tratado técnico e histórico, Espasa Calpe, 2007.
  • García Sánchez, Jorge, La Italia de la Ilustración, Nowtilus, Madrid, 2014.
  • Le saxophone de M. Sax et les arènes taurines, Marmande, Francis, Le Monde, 16/07/2010.
  • Lombardo, Maria Luisa, Il Mausoleo di Augusto detto Anfiteatro Corea: nuovo spazio dei giochi a Roma. Cacce ai tori e altri divertimenti tra fine Settecento e prima metà dell’Ottocento, Fondazione Benetton Studi Ricerche, 2013-2014.
  • Más de 100.000 libaneses presenciaron las corridas de toros en Beirut, El Ruedo, semanario gráfico de toros nº 903, 12/10/1961 año XVIII.
  • Mignon, Paul Louis, Histoire de la corrida en France du second empire à nos jours, París, Julliard, 1993.
  • Moseley, Ivan, Sport with bulls in the British Isles.
  • Sáez, Pedro, Sobre la fiesta de toros en el mundo romano, Revista de Estudios Taurinos nº8, Sevilla, 1998.
  • Verdone, Mario, La giostra a Corea, Strenna di Romanisti, XVI: 137-143.

Yo no soy ningún asesino

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Una vez más, la Fundación Toro de Lidia ha logrado una victoria jurídica en defensa de la tauromaquia y el honor de los toreros. Si hace pocas semanas se producía una sentencia que condenaba a una concejal antitaurina a indemnizar a los familiares de Víctor Barrio, el pasado 20 de diciembre ha habido otra resolución judicial, en este caso del Juzgado de Primera Instancia de Sepúlveda, que homologaba el acuerdo por el que otra antitaurina reconocía su responsabilidad por una intromisión ilegítima en el honor del diestro de Grajera muerto en la plaza de Teruel aquel 9 de julio de 2016.

En esta ocasión, la responsable escribió en su muro de Facebook: “Pues yo soy una que apoyo la muerte de todos los toreros y aquellos que los defienden eso no son humanos son basura por lo cual exterminio […] esos no son humanos…no sé ni cómo podéis lamentaros por unos asesinos en serie” (sic).

Después de recibir la demanda en la que se pedía su condena como responsable de una intromisión ilegítima en el derecho al honor del matador fallecido, se avino a admitir su responsabilidad y el daño que había causado, a retractarse en la misma red en que insultó al diestro, a autorizar la difusión de su retractación y a indemnizar a la madre, la esposa y el hijo de Víctor Barrio. Gracias a la Fundación Toro de Lidia, que asistió a los demandantes en su pretensión, se ha reparado el daño que, una vez más, se había causado al honor de un diestro.

No deberíamos olvidar esto. Como recordaba la sentencia que condenó a la concejal por mancillar el honor de Víctor Barrio, un torero ejerce una profesión legal y regulada. No es, pues, un asesino, ni es inhumano ni tiene por qué disculparse por lo que hace. El insulto gratuito, la celebración de su muerte o sus lesiones, el ataque a su dignidad misma de ser humano deben tener una respuesta contundente en el marco de la ley, sin duda, pero con todo su rigor.

Durante mucho tiempo, los profesionales de la tauromaquia y los aficionados a ella hemos presenciado una creciente agresividad contra la fiesta, que es patrimonio cultural español, tal como ha recordado hace apenas un año el Tribunal Supremo. Gracias a la Fundación Toro de Lidia la impunidad del insulto se está acabando. Se está terminando esta costumbre de celebrar la cogida fatal, la cornada de muerte y todas las lesiones como si los toreros fuesen culpables de algún crimen.

Conviene recordar adónde habíamos llegado para comprender lo necesarias que son resoluciones judiciales como éstas que mencionamos. Aquí se ha insultado a un niño de ocho años -estoy hablando de Adrián Hinojosa– porque quería ser torero. Se ha celebrado la cogida mortal de Iván Fandiño hace apenas siete meses. Se ha jaleado en las redes cada herida sufrida en la plaza. De una legítima libertad de criticar -la misma que otros tenemos para recordar el sentido profundo de la fiesta- hemos pasado a una espiral de insultos, humillaciones y ofensas que nadie tiene por qué tolerar. Ya lo dijo Morante mirando una concentración de unos pocos antitaurinos en Ronda mientras se tomaba unas patatas fritas de bolsa: “Yo no soy ningún asesino“.

La impunidad del ataque a los toreros presagia lo peor si no reaccionamos, porque lo que está en juego no es sólo la tauromaquia -siendo ésta importantísima- sino la libertad misma de cultivar el arte, la cultura y, en general, de vivir en sociedad dentro de las normas que todos nos hemos dado. Tal vez algunos piensen que no les afecta porque no son toreros, ni ganaderos, ni empresarios ni taurinos ni nada relacionado con el mundo del toro. Se equivocan. En la libertad de la tauromaquia nos estamos jugando la libertad sin más, es decir, como enseñó Alonso Quijano a Sancho Panza, “uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos“.

Por eso hay que celebrar esta nueva resolución que reconoce la intromisión ilegítima en el derecho al honor de Víctor Barrio. Aunque usted no lo sienta, también es su derecho al honor -esa parte que le toca como a cualquier otro ciudadano- el que sale reforzado.

Ricardo Sanmartín y François Zumbiehl: “Cultura y violencia”

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El antropólogo Ricardo Sanmartín y François Zumbiehl, Catedrático de letras clásicas y doctor en antropología, conversan junto a Chapu Apaolaza, director del IJB sobre la violencia y la cultura, sobre el humanismo y la libertad de pensamiento.

Fui torero porque mi padre me llevó a los toros

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Algunos tratan de que aquel axioma irrefutable y cargado de orgullo de fui futbolista, artesano, cineasta, bailaor, músico o cofrade porque mi padre me llevó de niño a ver tal o cual acto o espectáculo, muera para la tauromaquia con la enmienda legislativa que el partido Podemos ha pretendido introducir, y no ha conseguido, en el Proyecto de Ley Orgánica de Protección de la Infancia y Adolescencia frente a la violencia, estableciendo los 18 años como edad mínima para asistir o participar en espectáculos taurinos con presencia del toro o inscribirse en escuelas taurinas. Quieren sustituirlo por el “No fui Torero (o no fui aficionado) porque Podemos me lo impidió”.

 En realidad, el debate sobre dicho Proyecto de Ley suscita no pocas cuestiones sobre cuál es el alcance que los poderes públicos pueden tener para intervenir en la educación de los hijos, asunto de plena actualidad y que viene precedido por otras controversias pero con un mismo origen como el llamado “pin parental”. Hasta qué punto pueden impedir que un padre introduzca a su hijo en manifestaciones culturales legalmente protegidas en virtud de la supuesta protección de otros valores. Cuál es el límite  entre una digna protección del Estado y la restricción de libertad a los padres para educar a los hijos en su acervo cultural. La prestación de asistencia por parte de los padres a sus hijos menores (de todo orden según el mandato constitucional), incluye también el posibilitar su desarrollo en el entorno físico, social y cultural en el que se desenvuelven, y no es una recomendación sino un deber con consecuencias jurídicas, sin embargo un celoso proteccionismo de los poderes públicos puede impedir un correcto ejercicio de ese deber (también derecho). El exceso o la extralimitación intervencionista pueden convertirse en una potente herramienta adoctrinadora y limitativa de derechos.

Sorprende, en ese sentido, cómo el mismo partido y en relación con el mismo Proyecto de Ley sea tan celoso en la búsqueda de un amparo pericial y científico para con el Síndrome de Alineación Parental (SAP), incluso arbitrando una fiscalización de los medios de protección del menor a través del Observatorio de la infancia y el derecho del menor a ser oído hasta en sus últimas consecuencias incluso en edades infantiles. Sin embargo respecto a la tauromaquia no se tiene en cuenta ni la voluntad del menor ni la de sus padres, en lo que constituye un agravio comparativo evidente a nivel legislativo con otras realidades. Y se hace, además, vulnerando derechos básicos del menor: derecho a su desarrollo personal, al libre pensamiento, derecho al acceso a la cultura, derecho a una educación basada en su arraigo cultural y diverso, y por último el derecho inalienable de los padres a la educación y formación de sus hijos, por supuesto, en libertad.

Vivimos en una montaña rusa de parideras legislativas que no atienden a una demanda social sino a la conveniencia del gestor político, sin doctrina, sin jurisprudencia que las completen, sin dejar que una norma se asiente, se aplique, se discuta y finalmente se enmiende.

Así, asistimos a una inmediatez normativa alejada de una necesaria visión global del tratamiento del menor en el complejo entramado legislativo del ordenamiento jurídico español. Conviene recordar al Sr. Iglesias que un menor de edad tiene capacidad cognitiva y volitiva en el orden civil para otorgar testamento a los 14 años, que a los 16 con dispensa judicial o emancipación voluntaria puede contraer matrimonio renunciando a la patria potestad de los padres y residir solo, así como ejercer la patria potestad sobre sus propios hijos, se es responsable a esa edad para mantener relaciones sexuales consentidas, se posee la mayoría de edad sanitaria para ser informado y prestar consentimiento respecto a decisiones sobre la salud, puede autolesionarse colocándose un piercing sin consentimiento paterno y tiene capacidad para trabajar abandonando estudios. Una mujer puede abortar en este país con 16 años.

Siendo todo eso así ¿puede alegarse de forma coherente que un menor que puede casarse o abortar no tiene capacidad suficiente para decidir si asiste o no a un espectáculo taurino o apuntarse a una escuela taurina?

¿Y qué decir de la responsabilidad de los padres en el reproche civil derivado de la actuación de un menor de edad a su cargo incluso por los delitos cometidos por aquellos? El Estado presume que dentro de las obligaciones parentales está el “no hacerlo bien”, “como debiera un buen padre de familia” y responder de los actos culposos, negligentes o dolosos de los hijos. Mucha carga legal esa en la espalda de los progenitores, lo que contrasta con la pretensión intervencionista sobre los padres, a quienes algunos suponen no ser suficientemente cívicos por mostrar a sus hijos la muerte de un toro.

La regulación legal de la protección de la infancia y adolescencia en relación con la tauromaquia puede hacerse (como pretendía la indicada enmienda) investida de prejuicios y supremacía moral y además aislada del resto del orden jurídico, o, de forma coherente con el resto del ordenamiento jurídico, basada en la diversidad cultural, en el derecho a la cultura, la formación y educación desde la infancia y la libertad educativa de los padres.

Sin acceso del menor a la cultura taurina, la tauromaquia, su patrimonio, su historia, su arraigo popular y legado, comenzará a morir desde su base. Y lo saben muy bien. “Soy aficionado porque mi padre me educó llevándome a los toros” quedará para el recuerdo.

Ya es grave que algunas comunidades autónomas, como Cataluña o Baleares, hayan utilizado la legislación transferida en materia taurina para, de forma dolosa, acabar con las corridas de toros en claro fraude de ley y abuso competencial como declaró con contundencia el Tribunal Constitucional. Ahora se trata de utilizar una enmienda en una Ley Orgánica estatal para anular y prohibir de forma encubierta la gestión trasferida y ya regulada normativamente por las comunidades autónomas. No importa la tradición local, la historia, el patrimonio, las artes, el acervo cultural que de forma plural define a un pueblo, lo que importa es tratar de imponer un solo modo de ver la historia, la cultura, los medios de comunicación y la educación.

Se diría que alguno pretende seguir la consigna de Fernando El Católico en la guerra de Granada: He de arrancar, uno a uno, los granos de esa Granada”. Y que la tauromaquia muera cercada en todos los frentes. Hoy es el toro, mañana…

Encierros

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Encierros
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Los festejos populares son una de las tauromaquias con más arraigo en España. A través de este emocionante podcast, vivirás en primera persona el miedo y la sensación que experimenta un corredor en las fiestas de su pueblo. 

Este podcast ha contado con la participación de Chapu Apaolaza (corredor, periodista y portavoz de la FTL), Antonio Romera (corredor de encierros de Brihuega), Andrés Batzán Esparza (corredor y presidente del club taurino tafallés), Nacho Cantó (concejal de fiestas y eventos taurinos de Segorbe), Juan Pablo Artero (profesor titular de periodismo en la universidad de Zaragoza), David Jaramillo (periodista taurino), Miguel Reta (pastor y ganadero de Casta Navarra), Alicia Duro (corredora de encierros), Javier Tarín (presidente de la Federación Española de Toros de Cuerda), Larry Belcher (corredor estadounidense), Carlos Fraile (alcalde de Cuéllar), David García (historiador del Arte y docente), Javier Medina (secretario de la asociación taurina San Antolín de Medina del Campo).   Este episodio ha sido impulsado por la Fundación del Toro de Lidia, con la colaboración del Ministerio de Cultura y Deporte. 

  • Guion: Luis López. 
  • Producción: Lidia Cossío de la Iglesia. 
  • Documentación: Guillermo Vellojín. 
  • Comité Editor: Robert Albiol, Alipio Pérez-Tabernero. 

Notas: 

  • Álvarez de Miranda, Ángel, Ritos y juegos del toro, La Piel del Toro, Biblioteca Nueva, Madrid, 1998.
  • Apaolaza, Chapu, 7 de julio, Libros del K.O, España, 2016.
  • Arazuri, J, Historia de los sanfermines, Pamplona, 1983-1993
  • Badorrey Martín, Beatriz, El sínodo de Segovia de 1216 y las fiestas de toros, Revista de Estudios Taurinos nº32, Sevilla, 2012.
  • Flores Arroyuelo, Francisco J, Correr los toros en España. Del monte a la plaza, La Piel del Toro-Biblioteca Nueva, Madrid, 1999.
  • Caro Baroja, Julio, El estío festivo. Fiestas populares del verano, Taurus, Madrid, 1984.
  • Charro Ayestarán, Fin de fiesta: crónica de una muerte en el encierro, Pamplona, 2014.
  • Corella Iráizoz, José María, Los sanfermines en el siglo XIX: espectáculos y atracciones de las viejas fiestas, Pamplona, 1973.
  • Hemingway, Ernest, Fiesta, Debolsillo, Madrid, 2009.
  • Mata y Martín, César, Ritos populares del toro en Castilla y León, Salamanca, 1995.
  • Martínez Llorente, Félix Javier, El arte de encerrar toros en la historia de Castilla y León: el ejemplo de Cuéllar y su tierra, Segovia Actualidad, 1995, monográfico dedicado a las fiestas de Cuéllar, pp. 21-29.
  • Pastor, José Manuel; Ibáñez, Jesús; Mollá, Alejandro; Soler, Ángel, Impacto económico de los bous al carrer en la Comunitat Valenciana, Satine, Universitat de Valencia, Facultad de Economía, 2019.
  • Rodrigo Criado, Isaías, Entre Toros y Limonadas, Cuéllar: los encierros mas antiguos de España, Cuéllar, 1998.
  • Rodríguez Tato, Isidro, Historia Taurina de las “Fiestas del Cristo” de San Sebastián de los Reyes, San Sebastián de los Reyes, 1995.
  • Zuasti, Jokin, Julios intensos, autoedición, 2021.

Joselito por Juan Belmonte

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Joselito por Juan Belmonte
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Esta ficción sonora nos traslada a Gómez Cardeña (Utrera), al 8 de abril de 1962. En ella, acompañamos a Juan Belmonte y, adentrándonos en sus pensamientos, escuchamos lo que quiso decirle a José y nunca le dijo. Muerto en Talavera de la Reina el 16 de mayo de 1920, Joselito el Gallo fue capital en la vida de Juan Belmonte. Siempre lo tuvo presente y, de alguna manera, marcó su carrera, cambiando drásticamente la Historia de la Tauromaquia.En este episodio Chemi Moreno ha puesto voz a Juan Belmonte, Javier Mardomingo a Pepe Alameda, Alipio Pérez-Tabernero a Rafael Gómez Ortega “el Gallo”, y Guillermo Vellojín a José Gómez Ortega “Gallito”. Este episodio ha sido impulsado por la Fundación del Toro de Lidia, con la colaboración del Ministerio de Cultura y Deporte. 

  • Guion: Rebeca Fuentes. 
  • Producción: Lidia Cossio de la Iglesia. 
  • Comité editor: Robert Albiol y David Jaramillo. 

Notas: 

  • Alameda, J., El hilo del toreo. Los heterodoxos del toreo, Madrid, Espasa Calpe, 2002.
  • Chaves Nogales, M., Andalucía Roja y “la Blanca Paloma” y otros reportajes de la República, Córdoba, Almuzara, 2012.
  • Chaves Nogales, M., Juan Belmonte, matador de toros, Madrid, Alianza Editorial, 2011. (Hay otras ediciones, pero yo he usado esta).
  • Petit Caro, A.,  Las vidas paralelas de Joselito y Belmonte. Recurso electrónico: https://www.taurologia.com/vidas-paralelas-joselito-belmonte-546.htm [27/05/2021].

El honor de Víctor Barrio

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Al torero Víctor Barrio lo mató Lorenzo, un toro de Los Maños, el tercero de la tarde, en la plaza de Teruel el 9 de julio de 2016. La cornada fue espantosa. El pitón le atravesó el pecho. Al cabo de pocos minutos, se confirmó su fallecimiento. El parte médico señalaba como causa de la muerte “perforación del pulmón derecho, rotura de la aorta torácica con disección posterior hasta hemitórax izquierdo”. 

A las pocas horas, Datxu Peris, a la sazón concejal de Guanyar Catarroja en ese pueblo valenciano, escribió una entrada en su perfil de la red social Facebook cuyo tenor literal es elocuente:

Podemos tratar de ver el aspecto positivo de las noticias para no sufrir tanto…Ya ha dejado de matar.

El negativo, entre otros, claramente es que a lo largo de su carrera ha matado mucho. Muchos de los de mi equipo, que como digo siempre, es el de los oprimidos, los que siempre pierden porque tienen a todos los opresores en contra, porque tienen el partido amañado. Ahora los opresores han tenido una baja, una víctima más, un peón en su sistema, y me pregunto, como muchos, cuantas bajas más de este equipo harán falta para que los gobiernos centrales, generalitats, diputaciones y ayuntamientos dejen de subvencionar estas prácticas con olor a sadismo.

No puedo sentirlo por el asesino que ha muerto más que por todos los cadáveres que ha dejado a su paso mientras vivió. No solo de toros adultos a lo largo de su carrera (según las estadísticas de su página oficial, ha acabado con 258 vidas desde 2008), sino que también novillos a lo largo de su aprendizaje en escuelas taurinas, en las cuales podemos encontrar niños que acaban normalizando situaciones como esta: “un alumno asestó hasta 14 estocadas al animal antes de que este cayera al suelo, donde fue apuntillado, y aún vivo y boqueando, tratando de tomar los últimos alientos de vida, fue arrastrado al matadero”.

El texto iba acompañado de una fotografía de la fatal cogida.

La viuda del torero ejerció acciones civiles en defensa del honor de su marido muerto. Ganó en la primera instancia: entre otros pronunciamientos, Datxu Peris resultó condenada a pagar 7000 € de indemnización. Volvió a ganar la viuda en la apelación ante la Audiencia Provincial, que confirmó la sentencia. Ganó de nuevo en el Tribunal Supremo, que desestimó el recurso de casación de la concejal. Ahora, ha ganado en el Tribunal Constitucional, que ha desestimado el recurso de amparo de la concejal. Datxu Peris ha perdido siempre. 

Hay muchas cuestiones interesantes en torno a esta sentencia. Una, que merecería otra columna, es esa disparatada defensa de los animales que lleva al menosprecio -cuando no al odio- del ser humano. Como toda ideología totalitaria, el animalismo termina despreciando al ser humano. 

Ya digo que habría muchas cosas que subrayar, pero centrémonos en dos. 

La primera es la aplicación a la comunicación a través de redes sociales de los mismos principios que se aplican a la comunicación fuera de ellas. Pretendía la concejal de Guanyar Catarroja que no se podía juzgar su mensaje en Facebook con los mismos parámetros que serían aplicables a un mensaje fuera de la red. El Tribunal Constitucional ha aprovechado esta ocasión para abordar “la incidencia que tiene en la ponderación de tales derechos fundamentales la utilización de las redes sociales como medio de transmisión de las opiniones” y ha concluido que “si la conducta es lesiva del derecho al honor fuera de la red, también lo es en ella”. No cabe, pues, ampararse sin más en el medio empleado – una red social, en este caso- para rebajar el criterio de exigencia del ejercicio legítimo de la libertad de expresión. 

La segunda consideración es el pretendido ejercicio legítimo de la libertad de expresión en un contexto político. Pretendía Datxu Peris que, como activista antitaurina, tenía derecho a que su libertad de expresión prevaleciese sobre el derecho al honor del difunto torero porque se trataba de un mensaje en el contexto de la crítica antitaurina.

El Constitucional ha recordado su doctrina sobre el valor de la tauromaquia como patrimonio cultural para entrar, de lleno, en el pretexto de la crítica antitaurina que esgrimía la concejal: “En este contexto social, en el que la tauromaquia forma parte del patrimonio cultural inmaterial español, calificar directamente a don Víctor Barrio Hernanz, por su dedicación profesional como “asesino” o miembro del equipo de los “opresores”, debe ser considerado, sin el menor atisbo de duda como una injerencia en su derecho al honor, al suponer un menoscabo de reputación personal, así como una denigración de su prestigio y actividad profesional, con directa afectación a su propia consideración y dignidad individual”.

El Constitucional remata la faena con un párrafo demoledor: “para defender públicamente sus posiciones antitaurinas no era necesario calificar en la red social de asesino o de opresor a don Víctor Barrio y mostrar alivio por su muerte. Menos aún hacerlo acompañando al texto una fotografía en que se mostraba al torero malherido, en el momento en que fue corneado, con evidentes muestras de dolor, y realizar esa publicación a las pocas horas de fallecer a consecuencia de esa cornada en la plaza de toros de Teruel, ocasionando con ello un dolor añadido al que tenían sus familiares”. 

Por fin, el Tribunal hace una reflexión muy valiosa para comprender el debate cultural en que nos hallamos inmersos: “Tampoco la utilización de tales expresiones venía exigida o reclamada por un ejercicio de “pluralismo”, “tolerancia” o “espíritu de apertura”, sustento de cualquier sociedad democrática y de la libertad de expresión. Al contrario, precisamente tales principios reclamaban de la recurrente una mayor mesura y contención a fin de no menoscabar injustificadamente el respeto debido a la dignidad humana, al dolor de los familiares y al honor del fallecido”. Eran, pues, el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura los que exigían mesura y contención para no menoscabar sin justificación el respeto a la dignidad humana.

El Constitucional advierte que “La libertad de expresión no puede ser un instrumento para menoscabar la dignidad del ser humano, pues ésta se erige como fundamento del orden político y de la paz social”. He aquí el corazón incandescente de este debate: la dignidad humana. So pretexto de defender a los animales, se pretende mancillar la dignidad humana. En esa pretensión de liberar a los “oprimidos” -Datxu Peris hablaba de “opresores”- se olvidan del ser humano por el camino.

La tauromaquia se ha convertido en la primera línea de defensa de la libertad y la dignidad humanas frente a una ideología totalitaria -el animalismo- que, so pretexto de elevar a los animales, en realidad quiere degradar al ser humano.

Nosotros, pues, sólo podemos celebrar que, una vez más, haya prevalecido el derecho al honor del torero Víctor Barrio.

El encuentro con la muerte

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Durante aproximadamente un año tuve una relación obsesiva con la muerte. Salía del trabajo y me ponía a leer sobre ella. Tratados aparentemente tremebundos que en realidad resultaban muy consoladores, pues solían llegar por distintos vericuetos a la misma conclusión a la que Epicuro llegó hace 25 siglos. Cuando la muerte está, tú no estás y que el encuentro entre ambos sea imposible solo puede resultar tranquilizador. 

El origen de mi obsesión fue mi lamentable desidia universitaria. Empecé a trabajar muy pronto y, con la conciencia de que el periodismo es un oficio, decidí volcarme en lo laboral y postergar lo académico. Llegó el día en que, sobre todo gracias a esa salvífica mezcla de obstinación y pragmatismo de las madres, la turra, vamos, tuve que recuperar el tiempo perdido a marchas apresuradas. Superados los trámites anteriores de la carrera, bastante poco exigentes, me enfrenté al trabajo final. Elegí como tema el valor informativo del deceso. Analicé durante un año los obituarios breves que por entonces publicaba el suplemento Crónica de El Mundo con el fin de reflexionar sobre los motivos por los que una muerte merece ser publicitada en las páginas de un diario.

El resultado de la reflexión fue levemente interesante. Me temo que el valor informativo del deceso atiende a fluctuaciones bastante previsibles. Lo importante del trabajo fue la familiaridad adquirida con la muerte. Y sobre todo la comprensión de sus liturgias, que ahora sé tan necesarias.

Años después de aquel adiestramiento me sobresaltó comprobar que el síntoma más evidente de la infantilización social es cómo se nos preserva de la existencia de la muerte. Durante la pandemia, la muerte lo fue todo y fue a la vez una gran elipsis, algo que recorre un relato de principio sin que sea mencionado. Los motivos de una ausencia tan presente no solo tienen que ver con la madurez que los poderes públicos le suponen al ciudadano. La política trató de preservar un clima social y la dirigencia, de atenuar sus responsabilidades. Hubo una intencionalidad interesada en convertir la terrible experiencia en un cumbayá colectivo, sí, pero hubiera sido implanteable en otra época u otro lugar.

Cuando El Mundo publicó, gracias a una exclusiva de Fernando Lázaro, la fotografía de la pista de patinaje de El Palacio de Hielo de Madrid convertida en una morgue para la conservación de los cuerpos, el escándalo ofreció síntomas de delirio nacional. No sólo había una multitud que se negaba a mirar la foto, la maldecían como si fuera una profanación y a quienes firmaron en aquella portada -mía fue la pieza que acompañaba a la imagen- nos señalaron como a ladrones de cadáveres.

Como no miraban, no veían, claro. No vieron todo lo que aquella imagen contenía, y era mucho y no todo malo. Lo fundamental es que la sanidad mortuoria es una parte vital -sí, qué curioso- de la Sanidad y que en ese momento estaba desbordada. Lo más alentador es que ni tras una drástica devaluación de la vida, como se produjo por la pandemia, en España se iban a dejar de ordenar civilizadamente los cuerpos y de conservarlos en condiciones adecuadas. Había un sistema democrático que no iba a dejar, en definitiva, de poner orden en el caos. Lo terrible era la certeza de que esas muertes estarían privadas de la debida liturgia.

El hombre ha ritualizado la muerte desde que puede ser llamado hombre. En condiciones de normalidad, los ritos se nos antojan pesados e incluso siniestros. Pero llega una pandemia, nos priva de la liturgia y ¡voilà! de repente adquiere todo su sentido. Los ritos facilitan el duelo y son una eficaz guía de actuación para el shock de la muerte. Te permiten poner en piloto automático la conducta durante unos días en los que, sin ellos, no sabrías qué hacer. «Te acompaño en el sentimiento», «gracias», la esquela, «qué detalle la corona». Convenciones necesarias. Todo este largo prólogo, para una conclusión muy básica. Tenemos un adiestramiento precario en la muerte, que nos hace terriblemente vulnerables. Es inevitable que esta asepsia ambiental haya desencadenado una inmunodeficiencia. 

Entre las razones por las que una plaza de toros sigue ejerciendo sobre mí un influjo poderoso es porque allí todavía está contenido en toda su crudeza adulta el misterio de la muerte. Aquello de Belmonte que tan bien recuerda Rubén Amón en su «El fin de la fiesta»: en la plaza se muere de verdad. Hay otros lugares donde la muerte se invoca, como el teatro o la ópera, pero allí la muerte jamás se presenta. Donde la muerte comparece es en una plaza de toros y eso hace de ella, a mi juicio, un lugar de instrucción esencial, en un tiempo donde casi toda verdad adulta nos es negada a cualquier edad. En la plaza hay rito y una latencia de la muerte sin los cuales la tauromaquia no sería más que una forma muy particular de danza. El espectáculo, en cambio, puede interrumpirse de forma abrupta y devenir en tragedia.

Yo soy un aficionado puramente intuitivo y poco versado. Se puede utilizar la clasificación que hacía el mítico director Wilhelm Furtwängler del oyente de música clásica. Una sinfonía, pongamos, se puede escuchar desde un nivel analítico, técnico o sensual. En ese nivel más bajo -y creo que placentero- me encontraría yo. Hasta que salgo por la puerta. En que advierto que ha ocurrido algo más importante de lo que yo supe percibir. Ese algo difícil de explicar tiene que ver con el encuentro con la muerte. Imposible pero cierto.

El simbolismo de las corridas de toros

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Artículo escrito por Tomás-Ramón Fernández, miembro de la comisión jurídica del Fundación del Toro de Lidia para El Mundo el 3 de mayo de 2017.

El antitaurinismo rampante que los nacionalistas catalanes impulsaron hipócritamente pretextando su supuesto amor por los animales para encubrir su “afán de borrar cualquier huella en Catalunya de lo que considera un símbolo de España” (cfr. Francesc de CARRERAS, La Vanguardia de 5 de Julio de 2010) ha precedido, como es sabido, en otros lugares en los que los grupos rupturistas que se han hecho con el poder en Ayuntamientos y Diputaciones (el de San Sebastián y la de Pontevedra) han promovido decisiones contrarias a la celebración de corridas de toros en las plazas de la propiedad de aquéllos y éstas, intentos que han sido frenados por los Tribunales.

A la Sentencia del Tribunal Constitucional de 20 de octubre de 2016, que declaró inconstitucional y nula la Ley catalana que prohibió las corridas de toros en el territorio de dicha Comunidad Autónoma, se unieron las de los Juzgados de lo Contencioso-Administrativo nº 1 de San Sebastián y nº 2 de Pontevedra de 3 y 16 de noviembre de 2016, respectivamente.

En todos estos casos el debate procesal se ha resuelto en el terreno de las competencias, es decir, en la periferia del problema, lo que, lógicamente, deja al gran público sin saber a qué atenerse, como no sea a su propia percepción de una tradición antigua de la que conoce sólo su aspecto exterior e ignora absolutamente en la mayoría de los casos sus profundas raíces.

Como la polémica gira en torno a la cultura, no está de más decir algo acerca de esas raíces, es decir del simbolismo que explica esa amistad tres veces milenaria del hombre español y el toro bravo a la que tan certeramente se refirió Ortega y Gasset.

El toro es en todas las civilizaciones y religiones antiguas desde Finisterre hasta el Éufrates y el Tigris una epifanía, una manifestación, de las divinidades vinculadas con la potencia fecundante y creadora de la Naturaleza. Jack Randolph Conrad, en su libro El cuerno y la espada, que fue su tesis doctoral en la Dukc University de Carolina del Norte y que ha publicado en 2006 la Fundación de la Real Maestranza de Sevilla y la Universidad de Sevilla, ha rastreado con meticulosidad la presencia del toro-dios en las religiones de la antigua Sumeria (¿recuerdan los toros alados asirios que se exhiben en el Museo Británico?), de la India, de Egipto (el buey Apis), de Creta, del Levante, de la propia Roma (el taurobolio de la religión de Mitra, dominante en la ciudad imperial cuando emerge el cristianismo), en todas las cuales ha sido venerado por el hombre como fuente de poder y fertilidad, de una fuerza de la que el hombre ha intentado siempre apropiarse.

Incluso en China, como yo mismo tuve ocasión de comprobar, esa idea está presente hoy, en los anuncios publicitarios tamaño premium, que pude ver hace unos años en las calles de Xian, la ciudad de los “guerreros de terracota”, en los que un toro bien armado que galopa de frente servía para sugerir las virtudes de un medicamento para reforzar la virilidad.

La corrida de toros es la versión estilizada de ese enfrentamiento secular del hombre con el toro bravo. Solos en el ruedo, el toro y el torero escenifican una lucha que se pierde en la noche de los tiempos, entre la inteligencia del ser humano y la fuerza de la Naturaleza con la que tiene que convivir. Que sólo en España y en los países de nuestra estirpe, con la adición del sur de Portugal y de Francia, se siga representando hoy esa lucha revestida de seda y oro y convertida en un fantástico ballet, en un arte singular por nadie igualado nunca, es algo que debería enorgullecernos, pero, claro, para eso hay que saberlo, lo que requiere una cierta cultura, que brilla por su ausencia en el antitaurinismo militante de nuestros día.

Lírica y toros

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Lírica y toros
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En este episodio descubriremos cómo dos acontecimientos, la ópera y los toros, comparten elementos en común. Tenores aficionados al toreo, toreros cantantes de ópera y músicos que miraron al arte de la tauromaquia para encontrar su inspiración. 

Locutado por Victoria Collantes, ha contado con la participación de Rubén Amón (periodista y escritor), Raúl Asenjo (director adjunto del teatro de la Zarzuela), Karel Mark Chichon (director de orquesta), Domingo Delgado de la Cámara (abogado e historiador taurino), Alejandro Pizarroso (catedrático de periodismo en la Universidad Complutense de Madrid) y Victor Sánchez (profesor titular de historia de la música en la Universidad Complutense de Madrid).

 Este episodio ha sido impulsado por la Fundación del Toro de Lidia, con la colaboración del Ministerio de Cultura y Deporte. 

  • Guion: Luis López.
  • Producción: Lidia Cossío de la Iglesia.
  • Documentación: Guillermo Vellojín. 
  • Comité Editor: Robert Albiol, Alipio Pérez-Tabernero, David Jaramillo. 

Notas: 

  • Amón, Rubén, Ópera, toros y viceversa, Recóndita Armonía, El País, (https://elpais.com/cultura/2017/06/05/recondita_armonia/1496660018_300265.html).
  • Becerra, Cristóbal, Ópera y arte taurino en Nimes, Revista El Ruedo nº887, Madrid 22/06/1961.
  • Bergamín, José, La música callada del toreo, Ediciones Turner, Madrid, 1981.
  • Eyre, Pilar, Pasión imperial, La esfera de los libros, Madrid, 2010.
  • Hernández Girbal, Florentino, Julián Gayarre, Ediciones Lira, Madrid, 1970.
  • Herrero Subirana, Marta, Julián Gayarre: un tenor histórico, un navarro universal, Madrid, 2003.
  • Iriarte, Alfredo, Toros de Altamira y Lascaux a las arenas colombianas. Mitos, leyendas e historias, Amazonas, Bogotá, 1992.
  • Lerena, Mario, De la plaza de toros al teatro de ópera: idiosincrasia y (socio)semiosis del pasodoble escénico, Quadrivium, 2015.
  • Mériméé, Prosper, Carmen, Alianza Editorial, Madrid, 2006.
  • Peña y Goñi, Antonio, Arte y patriotísmo: Gayarre y Masini, Manuel G. Hernández, Madrid, 1882.
  • Peña y Goñi, Antonio, Contra la ópera española, Manuel G. Hernández, Madrid 1885.
  • Peña y Goñi, Antonio, La ópera española y la música dramática en España en el siglo XIX: apuntes históricos, Madrid, Imprenta de El Liberal, 1881 y Madrid, ICCMU, 2004 [edición facsímil].
  • Pizarroso, Alejandro, Liturgia taurina , Espasa-Calpe, Madrid, 2000.
  • Ruffo Titta Jr, La mia parabola, Staderini Editore, Roma, 1977.
  • Sánchez Sánchez, Víctor, Verdi y España, Madrid, Akal, 2014.
  • Sowman, Daniel, La ópera: una historia social, Siruela, Madrid, 2006.
  • Tierno Galván, Enrique, Los toros como ancontecimiento nacional, Ediciones Turner, Madrid, 1988.