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sábado, abril 20, 2024

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Un día en la vida de: Máximo García Padrós

Me llamo Máximo García Padrós. Madrileño de Chamberí. Y soy desde 1985 el cirujano jefe de la plaza de toros de Las Ventas.

En los días de corrida, todo el equipo médico de la plaza suele estar antes de que se abran las puertas al público, no es raro que se produzcan lesiones, desde cortes con latas o caídas hasta infartos o, desgraciadamente, fallecimientos. Y, por supuesto, revisamos que todo el material del que disponemos esté en perfecto estado de funcionamiento, no se debe dejar nada a la improvisación.

El actual equipo que dirijo está formado por mi hijo Máximo García Leirado, traumatólogo, con amplia experiencia en este tipo de lesiones, José Antonio Pascual Montero, cirujano general, Carmen Asenjo Sanz, medicina interna, y dos anestesistas, que se turnan, Jorge Puertas Domínguez y Miguel López Vizcayno; además, dos D.U.E (diplomado universitario de enfermería) y dos celadores que también se turnan, Manuel Gutiérrez y José Manuel Manrique; y Javier Sánchez y Antonio Pajarín, respectivamente.

Durante la corrida, no tenemos un sitio fijo. Estamos repartidos, unos en la misma enfermería, otros en el burladero y el resto se queda en el túnel que une el callejón con la enfermería. Yo personalmente hace años lo veía desde el burladero, pero la verdad es que es muy incómodo y sometido a las inclemencias del tiempo, frío, lluvia, calor, etc. de modo que pasé a estar en el túnel de la enfermería durante las dos horas largas que suele durar; y desde que se televisan por circuito cerrado me he trasladado al despacho de la enfermería, donde se ve perfectamente el desarrollo de la corrida, y en las repeticiones aprecio perfectamente el alcance de las posibles lesiones.

En el momento que ves la cogida de un torero, te haces un esquema mental de las lesiones afectadas e inmediatamente te das cuenta de la posible gravedad, El herido es trasladado por las asistencias hasta el túnel de la enfermería, allí se deposita en una camilla, y rápidamente se le introduce a la sala de reconocimiento. Allí, se desnuda al lesionado, lo cual a veces puede ser complicado, porque quitar un vestido de torear a una persona inerte es harto difícil, pero solemos tener la ayuda del mozo de espadas. Algunas veces, dada la hemorragia que presentaba hemos tenido que cortar la taleguilla con unas cizallas. 

En la enfermería siempre deben entrar nada más que los necesarios y que no haya estorbos, cada miembro del equipo sabe lo que hay que hacer, por eso únicamente dejamos entrar al mozo de espadas para ayudar a quitar al vestido. Hay que tener en cuenta que la autoridad en la enfermería es independiente y corresponde al jefe de equipo, como único responsable de lo que allí sucede (formación de equipo, medicación, aparatajes, etc.)

La enfermería tiene tres partes diferenciadas, una, formada por dos despachos y servicios. Otra, que es la sala de hospitalización, y que consta de cinco camas para atención del público o de lesionados que necesitan de cuidados. Y la tercera es la sala de reconocimiento, donde como he dicho se explora al lesionado, y donde se hace la valoración, y si es necesario se pasa al quirófano contiguo, el cual está dotado con todos los medios mecánicos para hacer una intervención quirúrgica de urgencia, como el de cualquier hospital.

Si para nuestro torero herido se decide la intervención, se pasa a esa sala y se realiza la operación, que en líneas generales consiste en una exploración digital, y, una vez vistas las posibles trayectorias, se extirpan los bordes de la lesión y se abre para explorar los trayectos que ha labrado el pitón del toro, con lavado exhaustivo de la zona a fin de extraer restos de traje, lentejuelas, arena, astilla del cuerno y tejidos no viables. Una vez visto hasta dónde ha llegado ese pitón, procedemos al cierre sobre un drenaje de los tejidos. Está demostrado que una atención temprana en este tipo de heridas acorta el periodo postoperatorio.

Todo esto que he contado se realiza con la mayor rapidez, pues en cualquier momento puede entrar otro lesionado.

Una vez terminada la intervención se habla con familiares, si los hay, con el apoderado o con algún allegado para explicarles el alcance de las lesiones. A continuación, se elabora un parte de lesiones, que se dirige al juez de guardia, como se hace con cualquier accidente, y, además de otro para el paciente, se hacen para el presidente de la corrida, para el delegado de la autoridad, para la empresa, para el hospital donde va a ser trasladado, y uno más para la prensa.

Una vez que el herido sale del quirófano, y con el visto bueno del anestesista, se procede al traslado en una UVI móvil medicalizada con médico y un D.U.E. intensivista hasta el hospital de referencia, que en nuestro caso es el de Fraternidad-Muprespa, situado en el paseo de la Habana de Madrid, y donde yo personalmente sigo la evolución del herido hasta su alta.

Dedico mucho tiempo al año a las Ventas. Si tenemos en cuenta que es la que ofrece la temporada más extensa del mundo taurino al dar más de sesenta festejos al año, tienes que tener una gran afición para asistir a todos ellos, y esa es una de las condiciones que, en mi opinión, debe tener el cirujano taurino. Por eso, siempre es complicado formar un equipo de profesionales que estén dispuestos a asistir a tantos festejos, muchos de ellos en día festivo, y además en verano coordinar vacaciones y familia, para tener encima poco rendimiento económico. Mi mujer siempre dice que veraneamos de lunes a toros…siempre que no haya habido ningún percance el domingo.

Estudié desde los tres años en el colegio Decroly, y desde pequeño siempre tuve la idea de ser médico, tal vez influido por mi padre y, dado que él era ayudante del doctor Jiménez Guinea, mi madre me llevaba a todos los festejos. 

Realicé los estudios de medicina en la universidad Complutense de Madrid, donde me licencié, hice el doctorado y durante treinta años fui profesor asociado en las cátedras de los profesores Balibrea y Moreno González. En 1964 voy a la enfermería de la plaza, hago fotografías de las heridas y varias veces hago de segundo ayudante. Al terminar la carrera en 1966, Jiménez Guinea me nombra segundo ayudante.

Siempre me acordaré de mi primera intervención, ya como médico, que hice en la plaza de Las Ventas. Un sábado de junio venia yo del campamento de El Robledo en La Granja, fui a la plaza, donde toreaba Paco Pallarés, el cual resultó cogido en el primer todo y pasó a la enfermería. Ese día Jiménez Guinea no estaba y mi padre, cuando íbamos a empezar la intervención, me entregó el bisturí y me dio la alternativa.

En 1972, fallece el doctor Jiménez Guinea, pasa mi padre a ser jefe de equipo y yo paso a primer ayudante. Ese mismo año 1972 y a raíz de este fallecimiento, se verifica una gran reforma de la enfermería, cambiándola de sitio y modernizándola notablemente.  En 1985 y por enfermedad de mi padre, paso a ser jefe de equipo, y hasta ahora.

Haciendo un poco de historia, al desaparecer el Montepío de Toreros, los empresarios lo que hacen es contratar al equipo médico. En Madrid siempre se ha respetado a los equipos que ya estaban funcionando, y creo que nunca ha habido ningún tipo de problema con ninguno de los cuatro jefes de equipo que ha habido desde 1931.  La enfermería tiene la consideración de Plaza de Obra fija, con los condicionantes fijados en el reglamento de 1922.

Por supuesto, de este trabajo no se puede vivir. Estoy en múltiples lugares. Desde 1974 hasta 2011 he sido cirujano en el Hospital Universitario 12 de octubre. Desde 1969, además, pertenezco a múltiples sociedades médicas como cirujano general.

Durante muchos años he ido a plazas de toros como Los Molinos o Ciempozuelos, y junto con un colaborador y amigo, el doctor Enrique Alcorta Martín, fui a gran cantidad de sitios: Aranjuez, Chinchón, Mejorada del Campo, Arganda, Colmenar Viejo, Perales de Tajuña, y muchos más.

Llevo 59 años ligado a Las Ventas, y 38 años de jefe de equipo. Toda una vida. Y espero que mi hijo Máximo, sea, próximamente, mi continuador en ese puesto.

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