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jueves, mayo 2, 2024

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Un día en la vida de: Juanvi de la Calle

El mozo de espadas cuenta al IJB cómo es su profesión

Nací en Salamanca, tierra que lleva el toro por bandera, tierra ganadera y de buenos toreros, en 1973. Soy “hijo del cuerpo”, porque mi padre ha sido mozo de espadas, y toda mi familia es muy taurina. Me llamo Juanvi de la Calle, tengo 50 años y soy mozo de espadas desde que tenía 17.

Siempre, desde pequeño he estado entre trajes de luces, capotes y muletas. Viendo como mi padre, y sobre todo mi madre, Teresa, gran pilar en nuestra familia, lavaba cuidadosamente los trajes de los distintos matadores. Ella me explicaba los trucos que hoy pongo siempre en práctica con el traje de mi matador, a la vuelta de la plaza.

Mi padre, Vicente de la Calle, ha sido mozo de espadas con varios matadores, José Falcón, Luis F. Esplá,  Malaver, José Luís Ramos, Luguillano, Rui Bento Vasques y José Rubén. Ha sido también empresario, veedor, apoderado, chófer….y en sus últimos años, hasta su fallecimiento en 2020 por la pandemia,  ayudó y apoyó la carrera de mi hermano Álvaro de la Calle como matador de toros.

Por lo que a mí respecta, después de mis dos años de estudios de delineación y más tarde de secretariado informático, y tras hacer ayudas a mi padre, comencé a labrar la profesión en la que aún sigo estando.

La verdad es que no es fácil definir lo que es un mozo de espadas porque nos ocupamos de multitud de cosas: es la persona de confianza del matador, el nexo de unión entre el matador y la cuadrilla, pero también entre el apoderado y el torero, es como el “rockmanager” del artista pero sin hacer los contratos, es el encargado de logística, nóminas, pagos, facturas… y lo que se tercie. Por supuesto, en nuestro día a día el teléfono es absolutamente esencial, no nos despegamos de él… ni él de nosotros.

Lo más normal es ir el día antes al lugar donde se celebra un festejo, y se prepara el viaje con mucho tiempo, para tener fijados los hoteles y los sitios donde comemos o cenamos. Se suele quedar con el chófer y hacer la planificación del viaje, hora de llegada y salidas, y se cita a la cuadrilla en un sitio prefijado, para salir juntos. Los matadores, depende, a veces viajan con nosotros y otras van por su cuenta.

«Monto dos trajes e intento no repetir los colores de otros años»

En los viajes se suele llevar siempre de más para cualquier emergencia o sustitución, el “por si acaso”, en todo caso, no hay problema de espacio en las furgonetas ¡son grandes!

Ya en el hotel, tengo mucho trabajo porque quiero dejar lo mínimo para el día del festejo: organización y reparto de habitaciones, eficacia en las gestiones del hotel para que la cuadrilla descanse cuanto antes, papeleo de Seguridad Social, las nóminas, y preparar la sillas, con los vestidos de luces.

En las sillas monto dos trajes, los que anteriormente he hablado con el matador, pero siempre intentando no repetir colores de otros años, y también hablar con los mozos de espadas de los otros matadores para que no sean del mismo tono.

El día del festejo nos levantamos para ir a buena hora al sorteo, solemos desayunar juntos, se preparan los boletines de Seguridad Social de toda la cuadrilla y los carnet profesionales para cumplimentar con la autoridad y la empresa. El torero, si está despierto, baja, pero lo normal es que prefiera descansar. Es el momento para mí de ocuparme del papeleo de entradas y pases, mientras los banderilleros hacen el sorteo y los picadores eligen sus palos y ven la cuadra de caballos.

Durante la mañana, depende mucho de la costumbre de cada torero sobre si me necesita o no. Algunos prefieren que estemos juntos para distraerse y no pensar demasiado en la corrida, o incluso se relacionan en este rato con la cuadrilla, familiares, amigos o aficionado, otros se encierran y no los ves hasta la hora de comer.

La comida suele hacerse todos juntos sobre la una o una media para que se tenga tiempo de descansar.  Solemos comer entre diez o doce personas, en el hotel o algún restaurante cercano, pero todo preparado de antes, nada se improvisa.

Y llega el momento de vestir al torero, una de las cosas más bonitas y con más liturgia, es uno de los momentos más íntimos dentro de la profesión. Y es que, aunque lleves muchos años, te sigues poniendo nervioso, solo pensando que la persona que vas a vestir se va a jugar la vida. Es un momento mágico, lleno de silencios que dicen mucho.

«En la plaza mi trabajo aumenta, tienes que estar atento al matador para cualquier cosa que pida»

El comportamiento que tengo en ese momento es el que el matador necesita, muchas veces estamos solos con el apoderado, en alguna ocasión con un amigo especial, pero siempre es un momento de mucho recogimiento. Suele siempre repetirse la misma manera de proceder: pantys, medias, ligas, taleguilla, tirantes… todo lleva un orden, para finalizar entregándole el capote de paseo, y rezar en la capilla que cada matador lleva con él.

Ya estamos en la plaza, y mi trabajo no disminuye sino que aumenta, muchas veces estás metido en tu labor de capotes y muletas y te pierdes algunos momentos de los demás compañeros, pero tienes que estar atento al matador para cualquier cosa que pida. Es muy típica la imagen del mozo de espadas con la toalla y el vaso, sin perder ojo al  maestro.

Y junto al mozo de espadas, está el ayuda (que es también un mozo de espadas), trabajando con él codo con codo a lo largo de todo lo que dure el festejo. Y en el resto del tiempo es una persona importante dentro de la cuadrilla, pues mientras el mozo de espadas se ocupa del matador, el ayuda lo hace respecto de la cuadrilla. Hay que tener un buen ayuda y que sea de suma confianza, porque el torero y su cuadrilla forman un conjunto en el que todo tiene que funcionar como un reloj, y así, el ayuda se ocupa de capotes y muletas y es el segundo del grupo en el caso de que el mozo de espadas este atendiendo al matador.

Terminado el festejo, llega la hora de recoger bien para salir a otro festejo o para casa. Hay que dejar recogida la habitación, ocuparse de los trajes y ropa, una ducha rápida y dejar liquidado el hotel, cena o en el sitio o en ruta en algún lugar de carretera, que solemos conocer. El tema de pagos ahora es más fácil pues con la banca electrónica se trabaja fenomenal. Yo llevo un control de pagos de facturas, comidas, cenas, combustible y demás gastos, que se guardan y más tarde se pasan a limpio para enviar al gestor del matador, junto con los pagos a la cuadrilla.

En casa o en el siguiente hotel, siempre hay que limpiar el vestido, lavarlo para que se quede preparado para la próxima ocasión, y es muy frecuente que sean tres y cuatro veces las que se le tenga que dar a un vestido de luces para que quede perfecto.

Mi profesión me apasiona, y he trabajado con muchísimos matadores a lo largo de 33 años, no voy a hacer una lista porque sería muy larga y a todos y cada uno los tengo recordados y presentes, pero tras ser ayuda de novilleros, empecé en 1991 con Martín Pareja Obregón, y he estado por ejemplo con Víctor Mendes, Cristina Sánchez, Miguñe Abellán, Manuel Díaz “El Cordobés”, Julio Aparicio, Antonio Barrera, Paco Ureña, mi hermano Alvaro…

Como curiosidad, soy de los pocos que puedo decir que viví trabajando en el callejón los dos indultos históricos en la Maestranza, el de Manzanares (“Arrojado” de Cuvillo ), y el de Escribano (“Cobradiezmos” de Victorino).

También he estado metido en labores corporativas de los mozos de espadas,  en la Asociación Nacional de Mozos de Espadas, como vicepresidente de Victorino Peña y luego como presidente. Y he hecho otras cosas, casi siempre vinculadas al toro, haciendo taquillas, de gestor de plazas, con la fijación de publicidad y cartelería.

Ser mozo de espadas es algo muy especial y vives momentos únicos, pero para tu familia es difícil porque nos pasamos mucho tiempo fuera de casa, para un solo festejo pueden ser tres días, y en todo el año pueden llegar a 150 e incluso a 180 días sin verla. Sin su apoyo, en especial de tu pareja, es imposible trabajar en esto. La mía y mi familia, y es algo que yo nunca dejaré de agradecer, ha respetado mi profesión y han colaborado siempre, y no es nada fácil.

Quiero terminar diciendo que para mí es un orgullo defender y poner mi profesión en conocimiento de los aficionados y de personas que desconocen el mundo del toro y sus entresijos, pues a mí me lo enseñaron profesionales antiguos, a los cuales respeto y de los que e intenté aprender de sus andanzas, gente que dio mucho al toro, como Tomás Gutiérrez, Fernando Aguado, Federico Canalejas, Calzada, Victorino Peña y cómo no, mi padre, Vicente de la Calle.

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