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viernes, abril 26, 2024

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La tauromaquia no sucumbe a la modernidad

El concepto modernidad está completamente sobrevalorado. Cuando a una ocurrencia se le pone la etiqueta de moderna, todos la respetan sin crítica ninguna por inane o aberrante que sea. Nadie osa a discrepar de lo moderno. Y sin embargo la mayoría de los modernismos se acaban diluyendo en la nada a los pocos años precisamente por su inutilidad, su malignidad y también muchas veces por su fealdad. Los políticos, los periodistas y los publicistas de toda laya, inmediatamente etiquetan como moderna a toda su mercancía de matute, para que sea aceptada sin reparos por la masa. Por el contrario, la etiqueta de anticuado se utiliza para descalificar. Cuando a una costumbre se le acusa de antigua, muchos corren a alejarse sin detenerse a reflexionar sobre la maldad o bondad intrínseca de dicha costumbre. No vaya a ser que les llamen paletos, carcas o fachas. Evidentemente, lo moderno no es una cualidad necesariamente buena, habrá que entrar en cada caso en el fondo asunto.

Lo curioso es que salvo los avances tecnológicos, en realidad casi nada es moderno. Las proclamas que actualmente parecen el no va más de la modernez, en realidad son muy antiguas. Cosas muy parecidas dijeron los demagogos de la Grecia clásica o los milenaristas de la Edad Media. Cuando uno se pone a investigar, resulta que lo que parecía tan moderno, en realidad alguien lo dijo hace ya mucho tiempo. La conexión entre el ecologismo y las religiones paganas y animistas es más que evidente, por ejemplo. Durante muchos años el comunismo fue presentado como el no va más de lo moderno. El nazismo también tuvo la etiqueta de moderno. No hace falta comentar lo que sufrió la humanidad ante tanta sobredosis de modernidad.

Las instituciones, los ritos o las costumbres, que permanecen inalterables a lo largo de las generaciones y los siglos, suelen navegar en el desprestigio de lo anticuado. Pero si permanecen es porque tienen una utilidad y un significado profundo. Eso sucede con la Fiesta de los Toros, portadora de muchas verdades aleccionadoras. En ella se muestra la primacía del hombre sobre la naturaleza. Un ser de 60 kilos es capaz de imponerse a una bestia de 500, sólo a base de inteligencia. Se exalta la valentía como una de las virtudes esenciales para afrontar la vida con éxito. Se idealiza la estética en un mundo donde abunda lo feo. Por eso la Fiesta de los Toros permanece inalterable a través de los años, mientras las modas modernas aparecen, desaparecen y finalmente se olvidan.


Texto escrito por Domingo Delgado de la Cámara, abogado e historiador taurino, dentro de la campaña para divulgar el Decálogo en defensa de la tauromaquia que el Instituto Juan Belmonte está llevando a cabo durante el mes de febrero.

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